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17 de julio de 2023

Noches de radio, días de combate, por Javier Losilla

"Doy clase fuera de horario / hasta el candil de la aurora", advirtieron en jocosa coplilla Santiago Auserón y La Academia nocturna, el viernes en el festival Castillo de Aínsa al inicio de su concierto. No hubo que recurrir a lamparilla porque, contradiciendo a Lorca, las piquetas de los gallos no llegaron a cavar buscando la aurora, pero cantaron otros gallos y Auserón y sus compadres no escatimaron canciones. Ah, por si no se han enterado, Santiago ha dado vacaciones indefinidas a Juan Perro, ha recuperado su nombre y se hace acompañar por ese quinteto de músicos ilustres y con lustre que responden, juntos y revueltos, por La Academia Nocturna, denominación que suena a combo fino de fina música renacenista: David Pastor (trompeta), Vicenç Solsona (guitarra), Isaac Coll (bajo), Gabriel Amargant (clarinete y saxo tenor) y Pere Foved (batería).

Bien, pues hechas las presentaciones, vayamos al lío, que no es otra cosa que una singular velada; una noche de radio similar a aquellas que en la primera mitad del siglo XX deleitaban a los escuchadores con vibrantes programas musicales de no menos excitantes orquestas de variedades, mucho antes de que esa denominación fuese arrastrada casi al olvido por una mal entendida modernidad. Es decir: Auserón y sus académicos han cogido el repertorio de Juan Perro, extenso ya de por sí en sus formulaciones musicales, y han apuntalado la atmósfera más sobresaliente de cada canción: del bolero al jazz de Nueva Orleans, en una trasfronteriza paleta musical de amplias tonalidades y sugerentes arreglos.

Bien, hay que convenir que al proyecto le falta recorrido (apenas ha echado a caminar), pero no criterio, ni intención, ni emoción, ni calidad, ni atractivo. Auserón, se sabe, puede resolver sus composiciones en solitario con una banda de jazz, con una orquesta sinfónica y con un grupo más o menos rockero; así que el porvenir de La Academia Nocturna promete muchos candiles y no pocas auroras. Porque claro, no pierdan de vista a los caballeros académicos, gigantes del ritmo, hidalgos de la armonía, señores del 'piacere'.

También Radio Futura

Embrujador, el ambiente de banda sonora en 'Los inadaptados'; punzante, el jazz de 'El forastero'; arrebatador, el bolero-soul de 'No más lágrimas'; los glissandos y los cromatismos del clarinete en 'Magnolia'; excelentes; el guiño a 'Cheek To Cheek' de la trompeta en 'El sueño', y los solos en 'Perla oscura', espléndidos... Solo son ejemplos de un programa que también contó con 'Quemando caña', 'La última rosa', 'En la frontera', 'Gibara', 'Collar de cuentas', 'La ley del camino', 'Me llaman el viento' (versión de una pieza de J. J. Cale), 'A morir amores', 'Perla oscura', 'Luz de mis huesos', 'Río negro', 'Extraños deseos'... Y, damas y caballeros, no se pierdan el triple salto mortal de la velada: 'El puente azul', 'El canto del gallo' (ya les dije que saldría otro pollo cantor) y 'Semilla negra'. Radio Futura, ya saben.

En tiempos de bravuconadas huecas, de mentiras al viento y de mantras de baratillo conviene que canten los verdaderos gallos y que los académicos de lo popular enciendan con poesía las madrugadas. Noches de radio, días de combate. ¡Dale, Santiago! Auserón, por supuesto.

Crítica de Javier Losilla publicada en El Periódico de Aragón.