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22 de julio de 2021

Canciones austeras vestidas de gala

Juan Perro vino en la noche del miércoles al Festival PopCAAC 2021 a presentarnos las canciones que componen su disco Cantos de Ultramar, grabadas previamente a solas con su guitarra acústica y que ya nos cantase aquí en un inolvidable concierto hace año y medio. Ha vuelto con ellas ahora formando parte de un sexteto de músicos geniales que desde el jazz de A un perro flaco con el que comenzaron, tras unos hermosos acordes de clarinete y suave percusión, abrieron su mente a otros géneros dando una increíble musicalidad a los versos, que ya de por sí contenían mucho calado literario y una buena carga de conciencia social.

Mostró su habitual locuacidad también, aunque no en la forma con la que imparte clases magistrales sobre los ritmos asimétricos del jazz o los cantus et saltatio de los moros, sino en esa otra que te hace pensar: yo quiero de lo mismo que este se ha fumao, cuando hablaba de los amores de Dios y la nada como origen y principio del cosmos –léase, para mejor idea, con la voz de Arrabal diciendo que el mileniarismo va a llegar- o cuando nos invitaba a cantar con él una canción que no conocíamos conectándonos por vía telepática.

Echaba de menos, ahora que en todas hay lo mismo, lo que antes encontraba en las ciudades por las que viajaba y que esta noche nos recordó aquí, de forma enérgica a veces, otras elegíacas, siempre poeta con trasfondo musical diverso, desde el fado al chachachá, llevándonos a Tijuana con En la frontera, a Nápoles con El Forastero, a Lisboa con De un país perdido, a Nueva Orleans con Luz de mis huesos, a La Habana con Perla oscura. Cantó sobre sueños, incertidumbres, desilusiones, muerte, amor y esperanzas en letras que ofrecían más ambigüedades y anhelos que consignas. Se trajo a su terreno a JJ Cale, convirtiendo Me llaman el viento en rock montuno; recordó épocas anteriores con La charla del pescado y Río Negro, se remontó incluso a Radio Futura haciendo en los bises El puente azul detrás de unos standards versionados a su manera y antes de terminar con el Blueberry Hill que todos recordamos de Fats Domino aunque aquí la banda lo hizo como Gene Krupa, llenándolo de aires jazzísticos, con lo que cerraron el círculo terminando con el mismo estilo con que empezaron dos horas antes.

Crítica de José Miguel Carrasco para El Diario de Sevilla.