Libros


El ritmo perdido

El ritmo perdido

Ediciones Península, 2012

Grup 62 Editorial, Barcelona, 2012

A modo de poética musical, esta obra profundiza en el conocimiento de la tradición lírica popular. Santiago Auserón hace un recorrido por las escuelas y ritmos que han marcado su carrera y, como un collar de cuentas, nos lleva por la historia rítmica peninsular y la memoria de los intercambios musicales o lo que compone «nuestra» huella sonora.

La música, para Auserón, es una de las formas de conocimiento del mundo. En este libro podemos encontrar sus influencias, así como estudios sobre temas musicales: podríamos definirlo como la poética musical del compositor y artista, así como un recorrido por las escuelas y ritmos que le han marcado su carrera como Radio Futura, Juan Perro y ahora con Juan Perro & La Zarabanda. Libro para amantes de la música, las investigaciones de Auserón toman cuerpo en una escritura limpia, clara, donde el pensamiento del artista se expone con nitidez.  El impacto que la música afroamericana causó en la juventud española de la segunda mitad del siglo XX precursaba el despertar de fantasmas sonoros olvidados a lo largo de la historia. Santiago Auserón revive el rastro de la negritud en la Península desde los tiempos de la invasión musulmana, la fiebre de bailes y cantos populares que en el Siglo de Oro se contagió a todas las clases sociales e influyó en el desarrollo de las letras castellanas, una cultura rítmica mestiza que sólo sería reconocida, siglos más tarde, en las colonias americanas.  A partir de sus propias vivencias musicales, el autor remonta hasta las fuentes de la polirritmia africana, señalando influjos que perviven hasta nuestros días. El humor desenfadado y el análisis se encadenan a lo largo de estas páginas en busca de una verdad compleja y apasionante. El intercambio de ritmos se convierte en modelo para la renovación del pensamiento.

«Cuando llegué por primera vez a Nueva Orleans, al meter la mano en la corriente del Misisipí creí escuchar el desfile de los santos, como si hubiera metido una moneda en una vieja victrola. Me acordé de haber hecho el mismo gesto muchos años atrás, cuando iba a explorar a solas la ribera del Ebro, un río de aguas igual de turbias y peligrosas. ¿Fuimos los negros del Ebro allá en mitad del siglo XX sometidos por un imperio mediático? ¿O el intercambio de ritmos empezó a liberarse entonces, por vez primera en la historia de Occidente, de las relaciones de dominación?».

Santiago Auserón