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26 de agosto de 2018

Escuela de... música para dos generaciones.

“Esta noche hay rock’n’roll vecino...”. Las viejas tonadas de los Futura volvieron a sonar en Bilbao, con Auserón nuevamente “enloquecido por el rock, a mi edad”, gracias al acompañamiento de Sexy Sadie, grupo indie que tomó su nombre prestado de una canción oscura de The Beatles y que logró algún éxito menor (mereció más) en los 90. La colaboración efímera que se inventó el festival Sonorama Ribera en 2017 para celebrar su 20º aniversario, sonó lustrosa y con peso.

La asistencia resultó modesta ante uno de los conciertos a recordar de esta Aste Nagusia. Solo puntualmente añoramos el bajo palpitante y negro de Luis Auserón y la guitarra imaginativa de Enrique Sierra, gracias a la nueva aventura de ese can explorador llamado Santi que ha rastreado, con voracidad, la huella sonora de músicas y culturas diversas desde aquel inolvidable Música moderna de Radio Futura que enterró la caspa y aireó cuerpos y mentes.

De negro y con gorra, Santi arrancó cantando “hace muchos, muchos años en un reino junto al mar”, su genuflexión ante la Annabel Lee, de Alan Poe. Con pañuelo festivo al cuello y rodeado por los Sadie (y con un sonido excelso en modulación y claridad, algo justo en volumen), el zaragozano dio un barniz roquero a A la media luna, primer rescate de su alter-ego, Juan Perro.

“Es un honor y un privilegio venir a Bilbao con una banda legendaria del rock ibérico, personajes de leyenda”, explicó, siempre locuaz al micro, aludiendo a los Sadie, a cuyo líder, Jaime García Soriano, acompañó modesto a la segunda voz, en la primera interpretación del repertorio del grupo. “El tiempo pasa, las canciones no se olvidan”, declamó al introducir La noche de fuego, más vitamina para un can que se meció con aires de raggamufing en Negril, con Soriano a la melódica.

EL CANTO DE UN GRANDE

Santi no solo escribe como nadie, como volvimos a confirmar al sonar esa cumbre llamada Han caído los dos, sino que canta como pocos. Magnífico en potencia vocal y sobresaliente en los agudos, el grito y la teatralización, agitó a la gente (más madura de lo habitual en fiestas) con el clásico Escuela de calor, veraniega, bailable y funk, y la bailable y popular Veneno en la piel.

Entre ambas, dos tesoros de los Sadie: el pop a dos voces de You know that’s the way I like it, con final power pop y Soriano pura emoción vocal;y A scratch in my skin, todo sensibilidad. Santi renegó del negocio de la nostalgia tras vacilar con el término indie (”proviene de indian, de indígena”) y evidenciar la validez de esta alianza con músicos de una generación posterior. El falsete de lujo de Río negro ofreció el testigo a un final excelso con el raggamufin de La negra flor, A cara o cruzy esa crónica del músico ambulante con letra-río a lo Dylan que es El canto del gallo.

Con el rock montuno de A un perro flaco (”merodeando se va...”) abandonaron el can y sus secuaces, para regresar en un bis difícil de olvidar e iniciado con una versión algo ralentizada de La estatua del jardín botánico que, al final, se alargó con unas guitarras explorativas y psicodélicas. Junto al Guggenheim nos “atrapó la emoción” porque el viaje se coronó con el regalazo de Sexy Sadie, la canción de The Beatles, con Santi emulando al Bowie más soul, cual Duque Blanco.

Crítica de Andrés Portero para DEIA.