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01 de abril de 2019

Gracias por el viaje, Maestro

Sus nuevas obras cobran en directo un grado superlativo haciéndote disfrutar y estremecerte, y más cuando son presentadas por su inconmensurable imaginario, algo mágico e irrepetible. El creador de ”El canto del gallo”, expone con su lírica episodios inolvidables.

Como esa narración allá por Nueva Orleans dispuesto a conocer a Louis Armstrong, topándose con una hechicera vudú, los mirlos cantarines siempre presentes, en una diserción singular e imparable para goce de nuestros oídos.

O como inmerso en los Demonios de Fiodor Dostoievski se topó con los nihilistas, o se abrazó y acabó bebiendo con los desterrados, sus paseos por Alfama, o con Leopoldo María Panero por Las Palmas, sus viajes transoceánicos por el Mississippi o lo inspiradores que son los dos lados del Duero.

Y entonces pensé de repente que algo tiene el aire de los lugares porque al igual que son argentinos Messi y Maradona, surgen de Zaragoza genios como Santiago, Bunbury o Sergio Algora, tres de mis grandes.

Juan Perro en su salsa, despilfarrando desde su genio un extraordinario sarcasmo. Me sentí un privilegiado estando allí, en su mundo, donde no existen las radio formulas ni los talent shows. Donde las bibliotecas son magnificas y el arte es exaltado.

Donde se aprecian esas reliquias antropológicas que son los discos. Se homenajea el siglo de oro en Cuba, la música de Alfama, el Blues, y se baila el Swing. Acompañado de dos músicos que quitan el hipo, en formato trío, con Joan Vinyals a la guitarra que lo mismo te toca rock, blues, jazz o funky y Gabriel Amargant al saxo y clarinete.

El conjunto es de una maestría deslumbrante. Destacaría “Agua de Limón” donde hizo partícipe a todo el público presente, haciendo sonar en coro este magnífico escenario que es el Teatro Leal.

Nos invitó a acompañarle de gira y tiró de anécdota para contar como el Habichuela le pidió salir de gira, a lo que le respondió que no tenía dinero para pagarle y este le pidió un caché chiquito pero una dieta “mu grande”.

Nada” o “Pies en el barro” temas de un setlist generoso de dos horas. No acudió en ningún momento a su pasado glorioso, sino a su presente regenerativo donde bebe de las fuentes de los lugares por donde pasa. Con ritmos del Blues, del Jazz o del Son y llenos de poesía narrativa y emoción. Tocando las más altas cotas musicales de habla hispana. Todo el show es una incitación, itinerarios que terminan en referencias literarias.

A ratos visitamos clubs de Jazz, a ratos un desfile del “Mardi grass” de Nueva Orleans, músicas africanas, o una calle de la Habana, o una jam sesión. El maestro Vinyals desde el barrio de Gracia, y el inconmensurable Amargant del Maresme desataron luciéndose los aplausos del respetable. O ese “Río Negro” raíces del rock norteamericano.

Músicas de búsquedas aquí y allá de un negro del Ebro, aunque su negritud no se perciba a simple de vista, me quito el sombrero maestro. Cerraba los ojos y escuchaba la voz que se infiltró en mi subconsciente allá por la Bola de Cristal (¡cómo pasa el tiempo!), magnífica, con esa inusitada potencia vocal como pocas, esos agudos e incluso quejidos.

Las canciones vuelan por el aire, tal vez no consigan atención. Pero a veces llegan donde da la vuelta el aire, y se te clavan en el corazón. Alabados sean los pies del viajero, la huella sonora que persigue Juan Perro.

Crónica de José Fradejas para DirtyRock.  Fotos de José Vila.