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03 de enero de 2018

La clase magistral de Juan Perro

A comienzos de los ochenta, Radio Futura era uno de los grupos del momento. Había debutado con Música moderna, disco exitoso y seminal de la Movida madrileña. Sin embargo, los hermanos Auserón siempre renegaron de ese trabajo y del lugar en el que su discográfica quiso colocar a la banda, y en 1982 publicaron el single La estatua del jardín botánico. Con este tema cambiaron de rumbo, remodelaron la formación (salió Herminio Molero, partidario de mantener el estilo del primer álbum), finiquitaron su relación con la discográfica y dieron el primer paso de una carrera paradigmática del rock nacional. Y esa fue la canción con la que Juan Perro, alter ego de Santiago Auserón, cerró su actuación en Baluarte. Aunque entre esos dos momentos pasaron treinta y cinco años de historia o, si lo prefieren, dos horas y cuarto de concierto.

Era la tercera jornada del Festival Santas Pascuas, la única con un solo artista en cartel, lo que le permitió a Auserón ofrecer su show completo. Salió elegante, con traje oscuro, sombrero y zapatos blancos y negros, flanqueado por una banda que a lo largo de la velada se rebeló como magnífica. Abrieron con Los inadaptados, el primer tema de su último disco, El viaje, publicado en 2016 y grabado únicamente con guitarra y voz. En Baluarte las canciones dejaron atrás esa austeridad para vestirse con los lustrosos ropajes que el quinteto fabricaba para ellas. Siguieron con otras dos piezas de su más reciente trabajo, Ámbar y El forastero. El tema abordado en este último (el viaje, la vida nómada y desarraigada de quien no pertenece a ningún lugar, sino a todos al mismo tiempo) es recurrente en el cancionero de Auserón y casi podría considerarse una especie de leit motiven su carrera, y, de hecho, también fue el argumento de El forastero (y de El desterrado, que sonaría más adelante, dedicada a los emigrantes que se van y también a los que vienen).

El zaragozano estuvo simpático y locuaz durante toda la actuación, sonriendo constantemente al público y despachando hilarantes presentaciones de las canciones, como la que precedió a Nada, que comenzó con una siesta en una biblioteca madrileña y terminó en el nihilismo de los anarquistas de San Petersburgo, entre las carcajadas de los asistentes. En lo musical, sin embargo, no se permitieron ni una sola broma, sonando precisos y exuberantes en los distintos géneros que abordaron (rock’n’roll, swing, jazz, blues…). Destacaron especialmente la guitarra y la trompeta, que acapararon el protagonismo, aunque es de justicia alabar la enorme calidad de los cuatro músicos que le acompañaron. Prosiguieron juntos su fascinante viaje por las músicas y los ritmos, buscando el momento exacto en el que la negritud africana se fundió con la tradición española (y por extensión, latinoamericana). Y aquel periplo tuvo que pasar inevitablemente por Cuba y por el Caribe, especialmente presentes en Perla oscura o Fonda Dolores. No olvidemos que Auserón fue pionero en la inclusión de ritmos latinos en sus canciones (ya en tiempos de Radio Futura), mucho antes de que llegase aquel pérfido batallón de imitadores que padecimos, que no hizo otra cosa que vulgarizar el término y conseguir que todos sintiésemos náuseas cada vez que escuchábamos el término de rock latino.

Y hablando de Radio Futura, no hubo canciones de su antigua banda hasta el final del concierto. Ya en los bises, con la batalla más que ganada (el público mostró su entusiasmo aplaudiendo, vitoreando y levantándose de sus butacas en muchas ocasiones), llegaron Semilla negray La estatua del jardín botánico, con la que don Santiago Auserón terminó su clase magistral.

Crítica de Javier Escorzo para Noticias de Navarra.

Fotos del concierto por Javier Escorzo