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23 de abril de 2018

Orquesta con tumbao

Auserón lleva ya tres años recorriendo la península ofreciendo una revisión sinfónica de algunos de los temas de su repertorio. Lo ha hecho ya en Galicia, País Vasco, Asturias, Murcia, Castilla León o Andalucía, recurriendo en cada ocasión a orquestas locales. Era ya el momento, por tanto, de hacerlo también en la tierra de sus ancestros. Y para ello ha contado con la Orquesta Reino de Aragón, que, bajo la admirable batuta de Ricardo Casero, ha sabido darle vuelo a unas canciones que figuran entre lo más granado de la música española reciente. No en vano, Santiago Auserón es, sin discusión, uno de los mejores compositores españoles del último medio siglo. Y uno de los más inquietos. Porque tras liderar un grupo de rock, actuar junto a una Big Band de jazz y crear un supergrupo de corte mestizo (La Zarabanda), ha decidido explorar nuevos territorios uniendo su camino al de una orquesta sinfónica. 

 Y el resultado es verdaderamente estimulante. Está claro que una formación de este tipo corta las alas a la improvisación, que sí tiene lugar en el ámbito del rock o el jazz, pero a cambio son posibles unas sutilezas y un detallismo que no se dan habitualmente en esos terrenos. Y en ese sentido, es realmente plausible la magnífica labor realizada por Amparo Edo, que es la autora de unos arreglos muy versátiles y sencillamente magistrales.

La última vez que Auserón estuvo en Huesca fue hace menos de cuatro años, en el mismo escenario, con su alter ego Juan Perro, en el marco del festival Periferias. Y ahora regresaba, impecablemente vestido de etiqueta y casi escondido entre tanto músico, para ofrecer una vertiente desconocida de su personalidad musical. Nada más salir, recordando sus orígenes altoaragoneses, señaló que "es un honor estar en la capital de la tierra de mis ancestros". Lo dijo con esa característica voz suya, engolada y sentenciosa. Y ya durante toda la actuación estuvo como siempre, tan afable y simpático como gesticulante y peliculero, esparciendo muecas a diestro y siniestro. El guitarrista Joan Vinyals se ha convertido en los últimos años en su sombra, su fiel brazo derecho, y aquí estuvo casi siempre, salvo raras excepciones, diluido en medio de la masa sonora orquestal, ofreciendo puntuales contrapuntos al excelente trabajo de la ORA, que sonó con nitidez y con el vigor, la profundidad y la sutileza que requería cada tema. Y eso que esta era la primera de las tres actuaciones que va a ofrecer en territorio aragonés. Nadie lo diría.

El concierto, que lleva el precioso título de Vagamundo, es, en realidad, una reivindicación por parte de Auserón de su propio legado como Juan Perro, sobre todo de su última etapa, que, por lo general, ha pasado injustamente desapercibida. De hecho, comenzó la velada con cinco canciones de Río negro, su penúltima obra maestra. Arrancó con la canción que da título a ese disco, con voz un tanto titubeante al principio. Pero poco a poco fue adueñándose del Auditorio del Palacio de Congresos, exhibiendo esa peculiar voz, tan reconocible, tan suya, tan intransferiblemente personal. En Pies en el barro los arreglos evocaron los del cabaré de Kurt Weill, ligero y sofisticado a un tiempo. Después, el arpa, la trompa y las flautas, a las que se unieron las cuerdas en espléndida armonía, introdujeron esa bellísima canción de cuna que es Duerme zagal, que, como decía Lorca de las nanas españolas, servían más que para dormir al niño para meterle miedo. El recorrido por Río negro se completó con El mirlo del pruno (con su aire de romance y sus ecos balcánicos) y con El forastero, que evocó el jazz de Nueva Orleans y el glamour de las orquestas de los años 20.

A partir de ahí, Auserón fue desgranando el resto de su discografía como Juan Perro, yendo de la delicadeza de La misteriosa al pasodoble de atmósfera lorquiana y guiños zarzueleros de El carro, o del delicioso pop de aires sesenteros de No más lágrimas (con interludio blues a cargo de Vinyals) a los acentos jazzies de Obstinado en mi error ("ostinatto nel mio errore", como lo presentó él mismo), situado entre Morricone y los Platters de The great pretender. Y tras la ambientación netamente española de Reina zulú (castañuelas incluidas), llegó uno de los momentos más aplaudidos de la noche, con la interpretación de la canción más popular de su etapa Juan Perro, Fonda de Dolores, en la que la ORA respetó la clave cubana, transformado el son en elegante e irresistible danzón. Dedicó Luz de mis huesos, una joyita plena de swing, al deseo adolescente (¡in memoriam!, añadió) y se emocionó al dedicar Annabel Lee (la primera canción de Radio Futura de la velada) a su hermana Teresa, "una punki zaragozana", como definió a la que fuera componente del grupo IV Reich, fallecida hace tan solo unas semanas. Los preciosos arreglos orquestales y la emoción desatada en su interpretación arrancaron los aplausos más cálidos de la noche.

Y el final llegó con el delicioso y liviano pop orquestal desplegado en La mala fama. Pero, claro está, la cosa no podía terminar allí. La petición de bis fue un verdadero clamor, y la propina se inició con El desterrado, dedicado a los emigrantes españoles y preludiado por un conmovedor toque de trompeta a cargo de Sergio Guarné, director general de la ORA. Al final del tema, Auserón imitó, no sin cierta ironía, la tonalidad de Violeta Parra. Y para dejar contento al entregado público que no dejó de jalearle en ningún momento, se despidió con dos de los temas del repertorio de Radio Futura. Primero fue La negra flor, una de sus perlas más refulgentes, que aprovechó para afirmar que la negritud siempre ha estado aquí, en la piel de toro, como ha defendido en sus libros en torno al tema de las músicas de ida, vuelta y revuelta. Y la guinda la puso el aire guasón de El canto de gallo. Punto y final para esta excitante aventura, que entusiasmó a su público y que demuestra una vez más que la edad no se lleva en el carné de identidad sino en la ilusión, las ganas de seguir abriendo nuevos caminos y la capacidad de asombro que uno es capaz de mantener con el paso de los años. Y por cierto, ¡qué bien lleva sus casi 64 años Santiago Auserón!

Crónica de Luis Lles para el Diario del AltoAragón.