Cuaderno


02 de junio de 2011

IBN HAZM DE CÓRDOBA - Sobre el círculo infernal del dinero

El poeta y pensador Abu Muhammad 'Ali Ibn Hazm de Córdoba (994-1064), conocido por sus escritos sobre religión y por su tratado amoroso de juventud El collar de la paloma, fue hijo de una familia noble de la corte califal cordobesa. Vivió la agitación de las guerras civiles que derribaron la dinastía de los Omeyas. Mezcla de apasionamiento intelectual y amoroso, su carácter polémico le atrajo muchas enemistades, sobre todo en el periodo de su destierro, que le llevó a visitar varios reinos de Taifas. Fue defensor de la originalidad de la cultura andalusí frente al prestigio de Oriente. El siguiente fragmento sobre la circulación del dinero en al-Andalus, aunque denuncia vicios propios de su época en territorios muy inestables, proporciona alguna perspectiva sobre las relaciones entre poder político y economía, e incita a reflexiones que pueden ser aplicadas a la actualidad, sustituyendo a algunos de sus protagonistas principales: la activación de la economía a base de hipotecas y créditos, la arbitrariedad de las cargas públicas y de los valores controlados por las altas finanzas, siguen convirtiendo el dinero que retorna a los ciudadanos, en forma de salario o de subsidio, en un valor enajenado, que quema en las manos como el fuego. Adecuado a los debates públicos de nuestros días es el siguiente tema de reflexión: ¿hasta qué punto son comparables la tiranía y la violencia con la especulación que se reviste de legitimidad democrática? ¿Es concebible un uso diferente del dinero? Nuestro porvenir quizá dependa de que aprendamos formular correctamente estas cuestiones. Texto extraído por Catherine François de la obra de Pierre Guichard L'Espagne et la Sicile musulmanes aux XIe et XIIe siècles, Presses Universitaires de Lyon, 2000, traducido por Santiago Auserón.

“Cualquier gobernante de una ciudad o plaza fuerte, en cualquier parte de nuestro país, es un salteador de caminos que en nombre de Dios y su Profeta hace la guerra y siembra el desorden, entregándose a continuas incursiones contra los bienes de los musulmanes, permitiendo a sus tropas acosarlos por los caminos de la región, contra cuyos habitantes está en guerra, imponiendo contribuciones abusivas y una exacción por cabeza de los musulmanes,* autorizando a los judíos a percibir aranceles sobre las vías más frecuentadas, alegando que les obliga a ello una necesidad que no puede hacer lícito lo que Dios ha prohibido, aparte del hecho de que con tales impuestos solamente aspiran a reforzar su autoridad en lo que ordenan y prohiben. No os llaméis a error ni os dejéis engañar por estos malvados que se arrogan el título de juristas y cubren con piel de cordero sus corazones de bestias feroces, que doran con la apariencia del bien la maldad de los perversos, prestándoles apoyo para cometer sus fechorías (...). El dinero arrebatado a los musulmanes contra todo derecho pasa a ser poseído por el tirano que los domina y se vuelve entonces como fuego: a continuación se lo entrega a sus soldados más fieles, sobre los que se apoya para fortalecer su propio poder, asegurar la buena marcha de su régimen, someter a sus enemigos y librarse a ataques contra los súbditos de otros tiranos que escapan a su obediencia, o a los que exige que se le sometan. Y así el ardor de ese fuego que es el dinero se multiplica, pues los soldados del ejército lo utilizan luego para los negocios que hacen con comerciantes y artesanos, y en manos de los mercaderes se convierte en escorpiones o víboras. A su vez los comerciantes compran con ese dinero aquello que necesitan a los otros súbditos del tirano, de tal suerte que las monedas de oro y plata se transforman en ruedas que circulan en mitad del infierno.”

* El Corán prohibe tanto la imposición de tributo como la usura. Los señores musulmanes esquivaron estas prohibiciones dejando en manos de judíos la exacción y el manejo de sus riquezas. El tributo por cabeza solamente se aplicaba a los infieles. A cambio se toleraba la práctica de su religión. Ibn Hazm denuncia que en su época se aplicara también a los propios musulmanes, con la excusa de la necesidad de obtener medios para financiar la guerra. Es significativo el hecho de que en nombre de una religión se acabe por justificar la violación de su preceptos. Parece claro que la religión no es suficiente para frenar la alianza perversa de la riqueza con el poder, sobre todo en una sociedad multiétnica.