Semilla del Son


 

Algunas canciones de Radio Futura nacieron atraídas por las fronteras de México o del Caribe, pero dejaron a medio esbozar la solución rítmica idónea. Tras la última gira del grupo, se hizo urgente la necesidad de regresar a Cuba y profundizar en el lenguaje sonero, recuperar la memoria de su genealogía, compartirla con los aficionados españoles. Nada más aterrizar por tercera vez en La Habana, en 1991, iniciamos la pesquisa en busca de grabaciones históricas olvidadas, en archivos amenazados por la humedad, con la ayuda del poeta y periodista musical Bladimir Zamora, cómplice en la resolución de rescatar el son más puro, y la colaboración de los especialistas del Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana.

Tras un par de semanas escuchando repertorio antiguo, dejando pendiente de localizar algún material huidizo, volamos hacia Santiago de Cuba, a darnos de cara con el espectro vivo del son montuno. En cada visita a la Casa de la Trova descubrimos un viejo son de aspecto flamante, un toque asombroso, un estilo de raigambre pura, herencia de Sindo Garay, del changüí guantanamero, o del Trío Matamoros. A menudo la pregunta por el autor de un son especialmente atractivo traía por respuesta a media voz el nombre de Francisco Repilado, conocido por el apodo de Compay Segundo. Al parecer, el son en Santiago, si no era de Miguel Matamoros, tenía que ser de Repilado.

En casa del musicólogo Danilo Orozco, la revelación se hizo más clara: aparte de la gracia en el decir y los tumbaos de El Guayabero, la antigua savia musical del son de Oriente estaba en manos de otro caballero octogenario, todavía en activo, si bien sumido en un ostracismo relativo.

 

Tras haber conocido años dorados con Lorenzo Hierrezuelo en el dúo Los Compadres, Compay Segundo había vuelto a grabar en los setenta con Elíades Ochoa y el Cuarteto Patria, y desde entonces solo conocía el escenario de algún hotel de La Habana.

Informado de nuestra intención de editar en España una antología del son, Danilo Orozco se aseguró de hacernos comprender la importancia de la música de Repilado, resaltando el valor de cada melodía, de cada contrapunto rítmico, de cada línea de guitarra. Rebobinando el casete cuantas veces fuera preciso, sosteniendo en las rodillas la partitura transcrita para su tesis doctoral en curso, Danilo Orozco hizo gala de paciencia y hospitalidad ejemplares.

Otro notable musicólogo santiaguero, Rolando A. Pérez, nos comunicó sus trabajos sobre las transformaciones de ritmos binarios en ternarios, en las áreas de población negra latinoamericanas.

 

Entretanto, allá en La Habana, algunas grabaciones esenciales no acababan de aparecer por ningún sitio. Bladimir Zamora hacía uso de sus contactos en la radio, para obtener copia de temas indispensables, y de su discurso persuasivo con el personal de EGREM, que se había ido poniendo de parte del proyecto, metiendo mano en archivos recónditos, obviando los requerimientos burocráticos. Algunas tardes lentas de escucha minuciosa, aparecían por las oficinas de EGREM músicos de renombre, como Guillermo Barreto, o Elio Revé con botas de cow-boy, y se iniciaban debates sobre quién hacía la segunda voz aquí o tocaba allá tal instrumento.

Los días de asueto, Bladimir Zamora nos guiaba por La Habana profunda, dándonos a conocer rincones de magia palpable: el patio de Marta Valdés, donde se recitaba poesía y sonaban los boleros del filin auténtico; y la casa de Niño Rivera, en el barrio de La Víbora. O nos llevaba de viaje iniciático hasta Santa Isabel de las Lajas, a derramar un poco de ron sobre la tumba de Benny Moré.

En veladas organizadas por el agregado cultural de la Embajada de España, Fidel Sendagorta, otros músicos jóvenes, los de la banda de Carlos Varela, se asombraban de que los españoles anduviesen tras la pista del viejo son, mientras ellos trataban de acercarse a la sonoridad del rock internacional. Curiosos cruces en el tiempo, provocados por el bloqueo. De cualquier modo, algunos valores del son tradicional parecían firmemente implantados en cualquier rincón de la isla, en el corazón de todas sus generaciones, en la apreciación de cualquier músico o aficionado: la voz ambarina de Benny Moré, la acústica monumental de su Banda Gigante; la aguzada sensibilidad de los Matamoros; el poder negro del tresero Arsenio Rodríguez; la firmeza lírica de Miguel Cuní…

Finalmente conseguimos agrupar temas como para editar una antología coherente. Sabíamos que David Byrne había dejado en La Habana días antes a un emisario de su sello Luaka Bop, hurgando en los archivos. Esta vez sería imperdonable no obtener alguna ventaja de nuestro idioma. Solamente nos faltó localizar a tiempo el Chan Chan de Compay Segundo, que llegaría en cinta por correo a Madrid pocos días después de la presentación de Semilla del Son, en la sala El Sol de Madrid, el día 20 de febrero de 1991.

Después de semanas de trabajo en Cuba, fueron días en Madrid de efecto sorpresa y contrastes observados con regocijo. Convencimos a BMG-RCA para que viniese El Guayabero con su grupo a amenizar la noche. El efecto sorpresa, por ejemplo, se duplicaba en los ojos de Faustino Oramas ante los estantes de un supermercado del barrio de Salamanca y en los de una señora de esmerada peluquería, ante la que el negrón larguirucho se inclinaba para cederle paso con el canotier en la mano, como recién caído de otro planeta. La gente que escuchaba el disco, y afrontaba la guasa bien ritmada del sonero de Holguín, su conversación fascinante, sobre un escenario clave en la transformación reciente del rock en España, no acababa de salir de su asombro. El son cubano parecía tan maravilloso como increíble haber vivido hasta aquel momento fuera de su influjo. Nuestro encarguito estaba empezando a ser cumplido.

"El Son es lo más sublime para el alma divertir". (PDF 1,1 Mb)