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07 de abril de 2014

Al son de un perro mestizo

Habla del delta del Ebro como si fuera el Mississippi. Es locuaz, explica el metraje como un músico de conservatorio y se expresa como un escritor. Cuida al detalle los sintagmas y cada introducción despide un uso privilegiado de las palabras. No es un músico de grupies, sus conciertos son lecciones dictadas. Dos noches paladeó el olor, el calor, el sonido a puro garito de la Mardi Gras de A Coruña. Una sala de textura neorlina para un amante confeso de la ciudad selvática y multicultural de Louisiana, donde la música dio a luz una raza briosa y mestiza. “Crucé Canal Street y llegué a la casa de Satchmo [Louis Armstrong], me abrió la puerta y me dijo ¡hombre, Juan Perro, cómo estás”, figura en una de las introducciones.

Colmado del business, que es El Dorado que cuántos artistas, grandes y mediocres, no conseguirán ni en sueńos, Auserón arrumbó el exitoso pasado de Radio Futura, el grupo más revolucionario de la Movida, en el baúl de la nostalgia y, para encontrarse a sí mismo y bucear en los ríos subterráneos de la música, primero se cambió el nombre. Como John Graham Mellor hasta que fue Joe Strummer. Juntos saborearon las noches de Malasańa. Él evoca sus madrugadas en “José Rasca”, una road song en pequeńito que pertenece a su último disco, el quinto, de su honesto y cualitativo periplo personal, “Río Negro”. En él, del blues patrio hecho con prestancia puedes llegar a una nana. El tema homónimo abrió la noche y una vereda del country al blues. Hubo un Juan Zorro, trovador gallego medieval, y los perros músicos de Kafka y el denigrante calificativo de “perro” a los esclavos en la siega de Castilla. Juan Perro, que reivindica su linaje, son el nombre y animal comunes para un sabueso ilustrado que olfatea caminos de frontera, paisajes de reunión entre la música espańola y las melodías compatibles. Y el son de Cuba para varar.

De su “negritud”, que es el catalizador de todas sus composiciones, un elemento fundamental como el carbono, manan el rock, ritmos mexicanos como la inédita “En la Frontera” y el son de la Cuba oriental. Toda la investigación del sincretismo de raíces reposa en su libro de ensayo “El ritmo perdido” y toma significado en canciones como “El carro” , que elaboró fruto de días de reunión al lado de Compay Segundo. Perro domina la voz por inflexiones y es capaz de utilizar una sala entera como caja de resonancia. Tiene el duende. A su lado en un proyecto sencillo que llama Casa en el aire y define como “un taller poético y musical” la guitarra espańola de Joan Vinyals, “el demonio del barrio de Gracia” que empasta en un scat los acordes que escalan de tono en “Reina Zulú”, esa canción inspirada por la belleza y el pelo a lo afro de una camarera de Nueva Orleans. Vinyals tiende una línea de ida y vuelta para modelar, según el instante, el sonido de un docto explorador, de un etnógrafo.