01 de diciembre de 2014
El programa de mano de la cita resalta también que zarabanda es el nombre del primer cante y baile de negros nacido en Andalucía y los gitanos contribuyeron, probablemente de manera decisiva, a su transformación y a su difusión. Tras dos décadas de investigación y análisis, Santiago Auserón plasmó sus ideas en El ritmo perdido, un libro donde analiza la influencia de la música negra en la canción española. El concierto de Auserón supone también un nuevo registro a añadir a los ya pulsados por la organización del FMEC. Registros que dan pie también a cambios de público, sensiblemente diferentes en función de las sesiones del festival.
El concierto Juan Perro & Zarabanda se inició con una sesión de baile de Eva Murcia, que intercaló dos más en las casi dos horas del concierto, donde la vistosidad fue muy superior a la calidad técnica de los mismos. A partir de ese momento, Santiago Auserón se hizo dueño y señor del escenario, para desplegar un extenso repertorio de canciones que «describe un viaje por los diferentes colores del jazz, el soul y el blues».
A pesar de todo, el viaje musical que realiza Santiago Auserón -remedo de sus propias experiencias musicales en Cuba, Jamaica y Nueva Orleáns- tiene un cierto sabor de exuberante pastiche y de lujuriante hibridez musical. La ruta musical no tiene un perfil de amalgama unitaria; simplemente, se desliza en la contemplación de un abigarrado soundscape, a veces sin nexo de unión entre las piezas, donde prima la intensa belleza musical, impregnada de la emotividad de los recuerdos –que funcionan como impulsores de la entrega del público en canciones tan alejadas de nuestra tradición musical como Blueberry Hill o Twist & Shout.
Sin duda, el éxito de la noche estaba asegurado solo con la voz y presencia de Santiago Auserón; pero la abigarrada orquesta de acompañamiento fue decisiva en la espectacular belleza del espectáculo musical vivido en el Gran Teatro Falla; orquesta con teclados, trío de metales, doblete percusivo, bajo eléctrico, un llamativo tresero flamenco y la impresionante guitarra de Joan Vinyals. Con ellos, el viaje iniciado con Reina Zulú terminó tras dos cortísimas horas con la despedida definitiva formada con sabores inmiscibles de las Tres Morillas y Watermelon man, tras habernos conducido por arrebatadores paisajes sonoros.
Crítica de Francisco Mesa para el Diario de Cádiz.