Noticias


29 de noviembre de 2010

El perro cantor conquista el Teatro Salón Cervantes

Santiago Auserón, de la mano de su alter-ego Juan Perro, continúa en el laboratorio de los sueños, donde el jazz y el rock comandan una comparsa de canciones que iluminaron  el Teatro Salón Cervantes para colmar el incontenible gozo de los ‘cánidos' alcalaínos.

Radio Futura espolvoreó su talento en la legendaria década de los ochenta, terreno vedado de la Movida. Un alumbramiento artístico irrumpió en esa prolifera etapa musical. El filósofo Santiago Auserón, quien olvidó su sombrero en Alcalá y vive en el olimpo musical patrio. Pero él no se recosta en la butaca y juega a repetir una y otra vez los brillantes éxitos que llenaron las mayores plazas cuando lideraba Radio Futura. Santiago Auserón, de la mano de su alter-ego Juan Perro, continúa en el laboratorio de los sueños, donde el jazz y el rock comandan una comparsa de canciones que iluminaron  el TSC para colmar el incontenible gozo de los ‘cánidos' alcalaínos.
El artista vive  un ajetreado 2010 que ha servido para inyectar por toda España los ritmos de su repertorio de perro, compuesto por los cuatro discos Raíces al viento, La huella sonora, Mr. Hambre y Cantares de vela. Los corazones alcalaínos fueron la última bandera que se sumó a las vitrinas del músico, que se lució a la altura de la “noble e ilustrísima ciudad de de Alcalá de Henares". Palabra de Perro.
CONCIERTO. Pupilos de la Escuela de calor y afectados por el Veneno en la piel se mezclaron con los diseminados alumnos de filosofía musical que Juan Perro reparte por España. Todos ellos abarrotaron el TSC, lugar privilegiado para observar la faena complutense de Juan Perro, que irrumpió en el templo dramático con camisa y traje negro, y volando sobre la estela de un rayo.
Los compases del trovador ahuyentaron a los ángeles del tedio tras anunciar la llegada de “su Jauría". Las luces azules disimularon los rostros de la manada de cinco, que presume de un incontenible talento que potencia los versos del líder. Juan Perro derrotó con la estufa de José Rasca al frío seco que imperó durante toda la tarde y que heló a los espectadores antes de entrar en el TSC, que dieron una ligera y justificada cabezada cuando el genio dispuso. La nana Duerme zagal fue dibujada con sencillez  por Perro, que trajo un carro.
La magia del artista mostró su cara más fértil gracias a los hechizados dedos de Joan Vinyals, "maestro de las cuerdas catalanas", y Javier Mora, dueño del piano y el órgano, que derrocharon litros de excelentes ritmos que hacían flotar cada poesía del can. El guitarrista catalán condujo El carro con sabor a rock de la frontera que levantó los primeros vítores de la noche, antesala de la dulce y ligera balada de La misteriosa, acostumbrada a brillar en el cielo renombrado en cada composición de Juan Perro. Un torbellino amarillo de  Girasoles robados puso en pie a un público que coreó fiel la canción que vistió de habanero el teatro alcalaíno. Los ritmos latinos brillaron durante el éxtasis pianístico que el filósofo aprovechó para rematar su conquista. 
"El frío no ha cerrado vuestras gargantas", se jactó orgulloso el artista, que surfeaba la cresta de una impecable actuación, carente de tropiezos pese a que aseguraba continuar Obstinado en su error. La alocada y camaleónica voz del artista proyectó blues durante todo el concierto, que se vio salpicado del oasis hispano del El mirlo del pruno, que mostró a un temible poeta con la caña de pescar preparada. Juan Perro dejó colgados de sus hilos con un guiño a los atentos espectadores que temblaron sus cuerdas vocales al recitar junto al artista una obra maestra adornada con el baile de los dedos de Vinyals en su guitarra, que firmó un 'solo' de lujo. La charla del pescado cargó el recinto de energía murmurada.
El sabor a tequila quemó las gargantas de los presentes bajo las directrices de un perro americano, disfrazado bajo el manto del country. Malasaña desplazó a la capital del reino a un público que por un oído escuchaba el sonido texano y por el otro la selecta rima cubana de un perro guitarra en mano. Tras hora y media de concierto, Juan Perro se preparó para despedir a la ciudad de Cervantes, de la que pretendía partir a los mandos de La nave estelar, un blues rockero sin rumbo que puso un precioso lazo condenado a desatarse.
DESPEDIDA. A las 22.27 de la noche despegó la nave de la jauría y su líder. Los cinco se despidieron inclinados con reverencias a un público que se entregó, pero que todavía tenía fuerzas para una tarea más. Cinco minutos completos con sus trescientos segundos atronaron con halagos y gritos en el TSC. Alcalá quería a Juan Perro de vuelta, y no callaría hasta conseguirlo. Moviendo la cola con alegría, el perro volvió,
La 'latinísima' poesía del can que quería ser Pájaro de Siracusa reanudó la faena del artista, que llegó con un manantial de ritmos que sirvieron como el perfecto telón de Perro flaco, tapón descorchado que desató el baile y la alegría al compás que marcaba un alborotado Juan Perro. "La juventud de Alcalá da miedo", aseguró intimidado ante la exhibición de sus cantores seguidores. Dolores abrió la penúltima puerta al garbo perruno, que alzó las manos para despedir a "la hermosa y cercana Alcalá". El forastero fue la última historia de Juan Perro en el TSC, que con filosofía, verso y mucha música se volvió a inclinar sin sombrero para lanzar un último ladrido. "Salud, y hasta otro año".Radio Futura espolvoreó su talento en la legendaria década de los ochenta, terreno vedado de la Movida. Un destacado alumbramiento artístico irrumpió en esa prolifera etapa musical. El filósofo Santiago Auserón, quien olvidó su sombrero en Alcalá y vive en el olimpo musical patrio. Pero él no se recosta en la butaca y juega a repetir una y otra vez los brillantes éxitos que llenaron las mayores plazas cuando lideraba Radio Futura. Santiago Auserón, de la mano de su alter-ego Juan Perro, continúa en el laboratorio de los sueños, donde el blues y el rock comandaron una comparsa de canciones que iluminaron  el Teatro Salón Cervantes para colmar el incontenible gozo de los ‘cánidos' alcalaínos.

El artista vive  un ajetreado 2010 que sirve para inyectar por toda España los ritmos de su repertorio de perro, compuesto por los cuatro discos Raíces al viento, La huella sonora, Mr. Hambre y Cantares de vela. Los corazones alcalaínos fueron la última bandera que se sumó a las vitrinas del músico, que se lució a la altura de la “noble e ilustrísima ciudad de de Alcalá de Henares". Palabra de Perro.

CONCIERTO. Pupilos de la Escuela de calor y afectados por el Veneno en la piel se mezclaron con los diseminados alumnos de filosofía musical que Juan Perro reparte por España. Todos ellos abarrotaron el TSC, lugar privilegiado para observar la faena complutense de Juan Perro, que irrumpió en el templo dramático con camisa y traje negro, y volando sobre la estela de un rayo.

Los compases del trovador ahuyentaron a los ángeles del tedio tras anunciar la llegada de “su Jauría". Las luces azules disimularon los rostros de la manada de cinco, que presume de un incontenible talento que potencia los versos del líder. Juan Perro derrotó con la estufa de José Rasca al frío seco que imperó durante toda la tarde y que heló a los espectadores antes de entrar en el TSC, que dieron una ligera y justificada cabezada cuando el genio dispuso. La nana Duerme zagal fue dibujada con sencillez por Perro, que trajo un carro.

La magia del artista mostró su cara más fértil gracias a los hechizados dedos de Joan Vinyals, "maestro de las cuerdas catalanas", y Javier Mora, dueño del piano y el órgano, que derrocharon litros de excelentes ritmos que hacían flotar cada poesía del can. El guitarrista catalán condujo El carro con sabor a rock de la frontera que levantó los primeros vítores de la noche, antesala de la dulce y ligera balada de La misteriosa, acostumbrada a brillar en el cielo renombrado en cada composición de Juan Perro. Un torbellino amarillo de Girasoles robados puso en pie a un público que coreó fiel la canción que vistió de habanero el teatro alcalaíno. Los ritmos latinos brillaron durante el éxtasis pianístico que el filósofo aprovechó para rematar su conquista. 

"El frío no ha cerrado vuestras gargantas", se jactó orgulloso el artista, que surfeaba la cresta de una impecable actuación, carente de tropiezos pese a que aseguraba continuar Obstinado en su error. La alocada y camaleónica voz del artista proyectó blues durante todo el concierto, que se vio salpicado del oasis hispano del El mirlo del pruno, que mostró a un temible poeta con la caña de pescar preparada. Juan Perro dejó colgados de sus hilos con un guiño a los atentos espectadores que temblaron sus cuerdas vocales al recitar junto al artista una obra maestra adornada con el baile de los dedos de Vinyals en su guitarra, que firmó un 'solo' de lujo. La charla del pescado cargó el recinto de energía murmurada.

El sabor a tequila quemó las gargantas de los presentes bajo las directrices de un perro americano, disfrazado bajo el manto del country. Malasaña desplazó a la capital del reino a un público que por un oído escuchaba el sonido texano y por el otro la selecta rima cubana de un perro guitarra en mano. Tras hora y media de concierto, Juan Perro se preparó para despedir a la ciudad de Cervantes, de la que pretendía partir a los mandos de La nave estelar, un blues rockero sin rumbo que puso un precioso lazo condenado a desatarse.

DESPEDIDA. A las 22.27 de la noche despegó la nave de la jauría y su líder. Los cinco se despidieron inclinados con reverencias a un público que se entregó, pero que todavía tenía fuerzas para una tarea más. Cinco minutos completos con sus trescientos segundos atronaron con halagos y gritos en el TSC. Alcalá quería a Juan Perro de vuelta, y no callaría hasta conseguirlo. Moviendo la cola con alegría, el perro volvió.

La 'latinísima' poesía del can que quería ser Pájaro de Siracusa reanudó la faena del artista, que llegó con un manantial de ritmos que sirvieron como el perfecto telón de Perro flaco, tapón descorchado que desató el baile y la alegría al compás que marcaba un alborotado Juan Perro. "La juventud de Alcalá da miedo", aseguró intimidado ante la exhibición de sus cantores seguidores. Dolores abrió la penúltima puerta al garbo perruno, que alzó las manos para despedir a "la hermosa y cercana Alcalá". El forastero fue la última historia de Juan Perro en el TSC, que con filosofía, verso y mucha música se volvió a inclinar sin sombrero para lanzar un último ladrido. "Salud, y hasta otro año".

Crítica de Emilio Sánchez para el Diario de Alcalá.