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01 de septiembre de 2008

Entrevista en music:life

Ha disfrutado los mimos de la industria, ha creado más de un clásico y como solista ha prolongado su sed por la experimentación. Sin embargo, hoy prefiere la independencia y por sus propios medios publica (en formato digital) el álbum “Canciones de Santiago Auserón con la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics de Barcelona”, fruto de un concierto en 2007.

PREGUNTA: Con Canciones de Santiago Auserón con la Original Jazz Orquesta compartes tu repertorio con una big band, que resalta la vena jazzística y latina de varios de tus temas con Radio Futura y como Juan Perro. Aunque es liderada por Enric Palomar, la banda la integran músicos muy jóvenes. ¿Qué motivó que les dieras tu voto de confianza para revisar tu obra?

RESPUESTA: Quisiera ser prudente en cuanto a lo de “vena jazzística”. Sólo algunos de mis temas tienen un influjo indirecto, pero no soy jazzero, ni como cantante ni como compositor. Soy aficionado, y no me gusta todo el jazz, ni tampoco todo el rock. Me muevo en un territorio fronterizo. Precisamente me siento cómodo con Enric y con la orquesta por la conjunción de estilos. Enric es compositor de clásica, hace óperas, sinfonías, ballets (estrena el año que viene una ópera con libreto de Valle-Inclán en el Liceo de Barcelona). La orquesta está formada por chicos recién graduados, con intereses musicales diversos: unos van para solistas de jazz, otros son más roqueros, otros prestan atención a la música culta contemporánea, otros se interesan por el flamenco. Hay un denominador común: todos tratan la música popular de manera natural y a la vez se interesan por evolucionar en otras direcciones. No tienen prejuicios, me siento a gusto con ellos. Son la nueva generación de instrumentistas que llevamos años esperando en España. Ahora falta que pase lo mismo en el terreno de la canción.

P: Respecto a tu trabajo con la Original…., declaraste: “Me divierto con mis canciones de una manera que no había hecho antes”. ¿Qué tanto influyó Palomar para que hallaras novedad y frescura en canciones que hiciste hace años?

R: La verdad es que no tenía previsto volver a interpretar algunas de esas canciones. Sobre todo después de tres años haciendo versiones de clásicos de rock y soul con Luis Auserón, necesitaba concentrarme en la composición. Pero el Taller de Músics le encargó a Enric Palomar una versión de La Negra Flor para celebrar su 25 aniversario, en 2005, y me invitaron a cantarla. Fue una experiencia, de pronto ví la letra en otro paisaje, una riqueza de matices que no imaginaba en mi propia canción.

P: ¿Cómo eligieron el repertorio? ¿Qué criterios utilizaron para escoger las canciones?

R: Enric tuvo plena libertad. Era fan de Radio Futura y siguió de cerca la evolución de Juan Perro. Compartimos la afición por la poesía, escribe muy bien, arregla y compone imaginando las sonoridades a partir la letra misma. Ahí nos entendemos. Su propósito es situar mis canciones en una perspectiva amplia de canción hispana, sin contradecir su origen eléctrico, ni otras influencias como el son cubano.

P: En diversas etapas de tu carrera recibiste trato privilegiado de grandes disqueras y hoy en día debes producir y difundir tu obra con tus propios medios. ¿La industria convencional de la música ya no tiene nada que ofrecerte? ¿Te sientes más cómodo como artista independiente?

R: No ha sido facil liberarme de mi último contrato discográfico. Dro-Atlantic quería seguir con Juan Perro, pero en términos no me convenían. La tendencia de la industria es reducir todo a un mismo nivel de exigencia comercial, a causa de la crisis. Eso supone una tensión enorme para defender los propósitos creativos. Me sentía aislado en esa necesidad que ya no podía compartir. Prefiero entonces trabajar con mi pequeño equipo, confiar en el público allegado para seguir funcionando, financiar con recursos del directo, hasta donde pueda, la web y las producciones, ir paso a paso. Y que venga lo que tenga que venir.

P: Compartiste gira con un verdadero all Stars del jazz español en Fábrica de Tonadas. ¿Cómo te marcó convivir con esos instrumentistas?

R: Hubo dos aspectos claramente diferenciados. Primero el lado positivo del reto, el deseo de responder a la propuesta de Cuadernos de Jazz, la ilusión por compartir escena con ese brillante grupo de instrumentistas. Cada uno de ellos es un poeta de su instrumento. Al final, un cierto regusto amargo. El objetivo era juntar un repertorio de canciones contemporáneas en español que permitiese improvisar, pero la idea no llegó a cuajar, porque solamente hubo ambiente de equipo en algún momento fugaz. Algunas noches sonaba todo de maravilla, otras frío e inconexo. Parte de la crítica especializada me juzgó como único responsable, como si quisiera pasarme al jazz, como roquero desviado y pretencioso, capaz de pagar servicios de lujo. En España, todo lo que no sea aceptar la vulgaridad dominante es pretencioso. Me dejaron cargar con el muerto, pero ya está enterrado. Con alguno de los participantes en la Fábrica preservo la amistad y espero que volvamos a hacer cosas juntos, aunque en otro terreno.

P: Con Las Malas Lenguas te uniste a tu hermano Luis. ¿Cuál fue el mayor aprendizaje de esa etapa en la que adaptaron al castellano clásicos del rock?

R: Nuestro propósito era averiguar como estaban hechas, cómo podían sonar en castellano algunas canciones que nos gustaban desde que éramos críos. Sencillas en apariencia, pero que requieren una entrega total. Provienen de una época en la que había electricidad en el aire. Durante unos meses tuve que girar a la vez con la orquesta y pude hacer comparaciones. El repertorio de Las Malas Lenguas era más complicado de sostener. Pero creo que lo conseguimos cada noche. Ahora existe una versión digna en español de algunos clásicos difíciles de traducir.

P: ¿Consideras Las Malas Lenguas como una respuesta a los músicos (hay muchos en México, por cierto) que aseguran que el rock sólo debe cantarse en inglés y que la métrica del castellano es inadecuada y poco funcional para este fin?

R: Realmente no quiero responder ni dar lecciones a nadie, hay problemas que me apasionan y me limito a seguir mis impulsos. En México tocáis la frontera, es normal que la polémica esté caliente. Mi convicción es que no hay que tener prejuicios con la lengua natal ni con la foránea. Los patrones rítmicos y las melodías no respetan fronteras, saltan de lengua a lengua. Quizá no de un día para otro, pueden tardar décadas, o un siglo entero. Una parte del rock en castellano empieza a sonar estable y con fluidez, no me cabe duda de que se están gestando estilos que acabarán teniendo influencia incluso en el Norte. Ya ocurrió con la habanera en los orígenes del jazz, con el pasoboble y la cumbia en el tex-mex, con la clave cubana en el bebop, etc. La métrica del verso no es independiente de la cultura rítmica. Si ésta se transforma, el verso, aunque más lentamente, también lo hace.

P: Radio Futura fue y sigue siendo muy importante en México. ¿Qué recuerdas de tus conciertos en este país?

R: Los conciertos con Radio Futura fueron una experiencia psicotrópica. Sin substancias añadidas, si mal no recuerdo, salvo un toque de añejo antes de salir, para controlar los nervios. Había una energía en el público que era algo tremendo, inolvidable. Con Juan Perro he vivido algunas experiencias parecidas y otras ciertamente más dudosas.

P: ¿Te acuerdas de tu presentación en el Hotel de México?

R: ¡Como para olvidarlo! Aquello estuvo a punto de convertirse en un serio problema de orden público. E incluso en una masacre, porque el piso temblaba en serio, con los saltos que daba la gente que abarrotaba la sala, y había que sujetar el equipo de PA para que no se derrumbase. El concierto mágicamente llegó a su fin, todos salimos vivos, felices y contentos. Salvo la gente que se quedó en la calle.

P: Por desgracia, tu carrera no ha tenido continuidad en México. ¿Tuvo que ver en tu alejamiento la intolerancia con la que fuiste recibido en el concierto de Rock en Ñ en el teatro Metropólitan (si mal no recuerdo, tu última presentación en México?

R: En el Vive Latino y en el Metropolitan había un sector del público dispuesto a echarnos del escenario desde el comienzo. No lo consiguieron, gracias al apoyo de la otra mitad. No me quedaron del todo claros sus motivos. Quizá cambién de opinión con el tiempo. Lo cierto es que en el escenario sonaba música de primera y la mitad del auditorio no quería escucharla.

P: ¿A qué otros factores atribuyes tu lejanía física de América Latina?

R: La propia grandeza del océano habla por sí sola. Esa distancia se acorta cuando las relaciones están claras. En tiempos de Radio Futura había intereses multinacionales en juego, eso te lleva en volandas. Hoy se han invertido las tornas, para algunos artistas mexicanos la distancia se ha reducido y nos visitan con frecuencia.

P: ¿Tienes planes para venir a México?

R: Sin multinacional de por medio, tendremos que preparar bien la cita, si queremos vernos. Debo procurar tocar para público que tenga algo de interés por escucharnos, solamente puedo ir a auditorios con cuya capacidad será difícil financiar el viaje, hasta que no se consiga articular una gira amplia. Pero Juan Perro no se olvida de México y quisiera regresar, aunque viaje solo con la guitarra al hombro.

P: En una entrevista que tuve contigo hace varios años, considerabas que, metafóricamente, América Latina estaba llena de color, mientras que Europa era muy gris. ¿Sigues pensando de manera similar?

R: Para ser exactos, color hay en todas partes, y la capacidad para apreciarlo depende del momento de cada uno. Me gustaría recuperar una relación con México más personal, sin el falso entusiasmo que provocan las campañas de promoción. Sigo pensando en América Latina como un mundo rico en pensamiento poético y musical, no necesariamente como mercado. Vamos a asistir al proceso de emergencia de las culturas indígenas, a su acceso paulatino al control de la política y los medios de producción, también a su manera de incidir en música y en poesía, y ya veremos por qué lado se acercan a la música popular española. Aunque desde los Beatles en adelante, todos somos una nueva especie de indígenas del espacio, creo yo.

P: Leí que Juan Perro vuelve en otoño. ¿En esa fecha lanzarás un nuevo disco? ¿Qué sonidos, qué influencias nutrirán sus ladridos?

R: Probablemente empezaré a rodar material nuevo con un formato pequeño. Conforme las canciones cobren vida, se irán estrenando en la red. Ahora se acaba de estrenar el disco con la orquesta, echad un vistazo si queréis en www.lahuellasonora.com. Los nuevos temas suenan a canción española con influencia afroamericana, blues del sur de Europa lindando con el Magreb, pasando por el Golfo de México, a la deriva entre Nueva Orleáns y La Habana. ¿Qué te parece? Como ves, mejor no ponerle nombre al muñeco. Está claro que el tema de los géneros musicales no va conmigo.

P: Se están cumpliendo 15 años de que Juan Perro estrenó sus primeras canciones, en una gira con Kiko Veneno. ¿Te produce algún sentimiento particular esta efeméride?

R: Casi nunca celebro efemérides. Pero después de quince años, he vuelto a intercambiar e-mails con Kiko, para comentar sus nuevos temas.

P: En octubre se van a cumplir 20 años de que Radio Futura actuó en el Auditorio Arena, de Valencia (lo que fundamentó el álbum Escuela de calor). ¿Qué recuerdas de esas noches? ¿Te gusta ese disco? ¿Coincides en que fue retocado demasiado y perdió naturalidad?

R: Es cierto que no tiene la misma temperatura que el directo de entonces, debido a la grabación y a algunos retoques, quizá excesivos. Pese a todo, me parece un disco aceptablemente caliente y verídico. Contiene algunos de los mejores registros de ciertas canciones. En la última edición de la Caja de RF, quitamos Semilla Negra, que era un horror, y pusimos la versión de Annabel Lee de esa misma noche, que está bien sin retoque alguno. En adelante el disco se debe reeditar ya con ese cambio.

P: ¿Te gustó el disco homenaje Arde la calle?

R: No mucho, la verdad, solamente alguna versión. Fue un proyecto de marketing en el que no nos sentíamos implicados. Nosotros estábamos proponiendo hacer la antología definitiva de RF (Paisajes eléctricos), y eso salió muy bien.

P: Radio Futura tuvo muchas virtudes, pero ¿cuáles fueron sus mayores defectos?

R: Los de todos los grupos que tienen algo de éxito: el desequilibrio entre lo ilusorio y lo real, la aceleración hacia lo ilusorio.

P: Radio Futura sentó las bases del rock latino y provocó la aparición de clones de buena y mala calidad. En particular, Jarabe de Palo es una de las bandas que abrevaron de tu banda y que más popularidad lograron en México. ¿Te gusta su trabajo?

R: No me interesa la música popular en la que se nota la intención comercial. Una idea musical puede ser un germen muy sencillo, pero tiene que tener algo “no transgénico”, por decirlo así. Eso concierne a casi todo el rock español actual. Hay una amplia mayoría de público que responde a las fórmulas con gancho premeditado. Pasaba lo mismo en los hits del r&b fabricados en serie, justo antes del r&r. Pero ellos tenían un caldo de cultivo previo del que aquí carecemos.

P: ¿Escuchas música latinoamericana actual? ¿Qué grupos o artistas te interesan de este continente o te gustan?

R: Estoy un poco desconectado de la actualidad, concentrado en oir viejo r&b, algo de jazz, un poco de música clásica para relajarme, pero en seguida me duermo y acabo oyéndola como en sueños. Dicen que dormido es cuando más se aprende. Gustarme de verdad, aparte de cubanos y brasileños, Violeta Parra. Es el estilo de canción latinoamericana que más me interesa, fuera de la influencia directa africana.

P: Desde 1984 has investigado las raíces del son cubano. Tengo entendido que hace años que no viajas a la isla, pero ¿cómo mantienes tu nexo personal con Cuba actualmente?

R: Mantengo mi relación fraternal y de aprendiz con Pancho Amat, el tresero mayor de Cuba. Su último disco con el Cabildo del Son –Llegó el tresero, magnífico- está localizable en nuestra web.

P: Fuiste una figura decisiva en la difusión de la música de Compay Segundo y de muchos otros músicos cubanos en España. ¿Consideras que tu labor de pionero ha rendido frutos?

R: Para mí sí, porque estoy reescuchando toda la música afroamericana desde esa perspectiva. No soy el único: Kiko Veneno o Martirio han recibido un impacto igual de fuerte. Otro amigo, el hijo de Martirio, Raúl Rodriguez, toca el tres cubano en un grupo de flamenco muy novedoso, de repertorio selecto, que se llama Son de la Frontera y difunde por todo el mundo con éxito los toques de un guitarrista flamenco legendario, Diego del Gastor. Jackson Browne comentaba que es lo mejor que ha escuchado últimamente. Recomendable para todos los fanáticos del guitarreo. Hay dos discos maravillosos de Son de la Frontera. He ahí un fruto, en una rama a la que apenas alcanzo a contemplar de lejos.

P: En particular, ¿cuál es el mejor recuerdo que tienes de Compay?

R: Una tarde en su pequeño cuarto del Hostal Matute, en el centro de Madrid, en la que nos explicó al contrabajista Javier Colina y a mí cómo se toca el ritmo guantanamero del changüí. Luego fuimos a casa y pasamos la noche entera de fiesta. Era el cumpleaños de Pancho Amat, que acababa de llegar a Madrid. Compay y Pancho –dos glorias de la música cubana - se conocieron allí, esa misma noche. Había que ver sus caras de emoción y de orgullo guajiro.

P: Aunque en España se valora la música latina, ¿qué opinas del endurecimiento de las leyes en tu país contra los migrantes latinoamericanos y de ciertas actitudes xenófobas hacia ellos?

R: Me declaro ya en otro mundo, en el que no hay cuestiones de género, ni razas, ni naciones, ni problemas de identidad. Está claro que con eso no elimino los problemas de este mundo. Habrá cantidad de conflictos de convivencia en el futuro, pero la situación no tiene vuelta atrás, las migraciones son un hecho necesario. Es menos grave que una invasión militar. Hace falta respeto mutuo, conocimiento de las diferencias culturales, con disposición para ir cambiando, adaptándose unos y otros. No podemos anclarnos en las identidades, es un aburrimiento completo. No conozco la solución política, solamente la música, la poesía y la reflexión, para ir tratando de suavizar los problemas. Como rezan los cantantes de gospel: “take care of each other”…

P: Aunque Semilla del Son ha sido un trabajo muy elogiado, ¿qué valor artístico tuvo para ti Buena Vista Social Club?

R: El disco es estupendo. La película, para tratarse de Wim Wenders, floja. Me resultó molesto ver a esos músicos cubanos mostrando melodramáticamente su estado de necesidad ante los ojos compadecidos del gringo, su inevitable ansia de consumo ante los escaparates de la Quinta Avenida. Es una óptica estrecha y poco musical. Al final me quedé con la sensación de que sólo habían rozado la música cubana superficialmente. Ry Cooder muestra mejor conocimiento de la realidad en Chávez Ravine. Y ahí aplica magistralmente, además, su experiencia cubana. Mis respetos por ello.

P: Ese disco y la serie discográfica sucesiva propiciaron una saturación de música cubana a nivel internacional que se fue disolviendo con el tiempo, hasta el punto en el que no ha recuperado ese nivel de privilegio.

R: Es lógico. El primer efecto fue destapar la olla de la mejor tradición musical cubana. Lo que siguió no era tan brillante. Harán falta décadas para que haya antologías de nivel comparable, porque el siguiente paso de la música cubana se está gestando ahora.

P: Tu relación con Pancho Amat tiene más de una década y recientemente volviste a grabar con él. ¿Qué significa Amat en tu carrera?

R: Como te decía, es un hermano y un maestro. Tiene una energía musical del carajo. Siempre está aprendiendo, evolucionando, todavía no ha tocado techo con el tres. Su disco anterior, el primero que firmó con el Cabildo, tuvo reconocimiento en Japón, donde ya gira cada año, como en Europa. Nunca olvidaré la experiencia de juntar el tres con la eléctrica, todavía no he sacado todas las consecuencias, ni siquiera la mitad.

P: ¿Qué piensas de los cambios políticos, sociales y culturales que vive la isla con el ascenso al poder de Raúl Castro?

R: No pienso nada, asisto con interés a la evolución de las cosas, confío en lo mejor para mis hermanos de allá, sé que no será fácil, pero ya están acostumbrados. Estoy deseando pasearme por La Habana, por Santiago, irme de rumba a Matanzas. Hablando de rumba, recuerden a Tata Güines, que se ha ido, el más grande en las congas desde Chano Pozo. También se ha ido Angá, que vivía en Barcelona. Hay que añadirles a la lista de los rumberos famosos que cantaba Benny Moré.

P: Desde que saliste de la Universidad has tenido actividad como articulista y escritor. ¿Qué motiva que la llama por escribir textos y libros siga ardiendo? ¿Tienes planes para publicar algo pronto?

R: Por experiencia sé que mezclar diversos intereses culturales en una misma entrevista no da buen resultado, pero, en fin, trataré de explicarme: mi oficio es el de músico, aunque sigo siendo estudiante de Filosofía y amante de las letras, porque me hacen sentirme mentalmente libre. Escribo con cierta regularidad, pero no alcanzo a poner orden en los cuadernos, así es que lo de publicar, ya veremos. Mantengo un Cuaderno en la web, para el que quiera verlo. No es un verdadero blog, por ahora, pero con el tiempo daremos entrada a comentarios de la gente, e iré atendiendo con más frecuencia.

P: Declaraste hace unos cinco años que “el rock en España aún no se ha planteado cómo sobrevivir y cómo mantener su territorio”. ¿Piensas eso todavía?

R: Sigue siendo cierto. El rock español no tiene conciencia de existir, salvo como postura individual o añoranza de una moda juvenil de otro tiempo. Nada que ver con un colectivo musical vivo. El caso es que hoy en día grupos que hacen canción mimética y degradada adoptan actitud de grupo de rock y eso les da buen resultado. Es todo muy confuso. Yo opto por insistir en los clásicos, seguir escuchando las cosas que tenían verdadera electricidad, para no perder el rumbo.

P: ¿Cuál es tu postura en torno al rol que juega Internet en la difusión de la música (a nivel legal e ilegal)? ¿Tú bajas canciones de la red? ¿Has conocido música interesante por esta vía?

R: No he bajado nunca una canción de la red. Porque me gusta mantener mi costumbre de ir de vez en cuando a cierta calle, en cierta ciudad, a cierta tienda pequeña, apuntar mi lista entretanto, igual que con los libros. Pero tengo claro que la red es el medio natural de difusión en adelante, sobre todo para el público más joven, y no veo problemas de definición legal. Los hechos son los hechos y, repito, no tienen vuelta atrás. No se pueden poner puertas al campo, frenar la copia libre, hay que proponer un acuerdo razonable con el público a cambio de la música, no marearse mucho inventando soluciones mágicas, conejos sacados del sombrero, regalos que luego se transforman en ventas millonarias. El que puede copia, porque la tecnología le ha vendido los medios para hacerlo. Si quiere, también puede comprar aquí o allá un objeto al que le dé especial valor, a tal precio pactado, y punto.

Estamos empezando una nueva era, habrá que pelear el valor de la música sin que haya detrás una gran industria, grandes campañas de publicidad, un monopolio de comunicación, un ejército para defenderlos. Conviene pensar en qué dirección se orienta hoy el flujo masivo de dinero que antes iba a los discos: el equipo informático. Si hay que reclamar un canon a alguien, a cambio de los derechos de autor perjudicados es a Bill Gates sus congéneres, no al usuario. Descargar no puede ser un delito más penalizado que darle a alguien una paliza que le lleve al hospital, como al parecer dicta la ley en este momento. Los jóvenes, en su proverbial inconsciencia, podrían hacerse este razonamiento bastardo: si voy a ir a la cárcel por descargar una canción, mejor le doy una buena paliza a alguien y así me desahogo. De verdad, es mejor aceptar las leyes de la evolución, las consecuencias inevitables del progreso (para el que rara vez se nos ha consultado) y desahogarse bailando, hablando de música con los amigos.

P: En concordancia con una charla reciente que diste en Galicia, ¿para qué sirve una canción?

R: Para reirse de lo anteriormente dicho. Para que te lleguen ideas de otro lugar y de otro tiempo, aunque no quieras o no puedas estudiar. Para discutir quién se beneficia de la popularidad. Para imaginarse un futuro.

P: Hace 26 años actuaste como Ángel en Laberinto de Pasiones, de Pedro Almodóvar. ¿Cómo recuerdas esa vivencia? ¿Te interesa volver a actuar?

R: No me gustan los rodajes, son muy lentos y trabajosos. Hay una relación dictatorial en el hecho de construir una historia a través del cine que me incomoda. Me interesa el cine hecho con el mínimo de aparato, el instinto de los que saben capturar buenas imágenes, sostener el juego con poco dinero, romper o rehacer el hilo narrativo, la labor de montaje. Me molesta el culto a los actores, a los directores, a las estrellas de la canción, a los ídolos malditos. Todos sabemos lo que hay detrás.

P: ¿Qué equipo utilizas actualmente en directo? A nivel técnico, ¿qué te gusta de esos micrófonos e instrumentos?

R: No soy original, me siento más cómodo con una guitarra con algo de solera y un ampli de lámparas. A veces utilizo una Les Paul y un Vox de los 80 o cambio a Telecaster y Twin Reverb para combinar mejor con el guitarrista. Me divierte investigar la relación guitarra- ampli, el tema apasiona a todos los que tocan guitarra. Pero también puede resultar un rollo macabeo. Hay que sacarle partido al instrumento, aunque sea un palo con una cuerda. Para practicar uso la acústica y, cuando tengo días por delante para componer, agarro también la española. En cuanto a micros, por más que pruebo condensadores e historias, en directo acabo echando mano al 58 de siempre, con tal de que no esté muy cascado.