06 de octubre de 2010
¿Cómo sabe cuándo la canción es para Juan Perro y cuándo es para Santiago Auserón? Juan Perro piensa por mí cuando surge la ocasión de que entren en contacto las sendas poéticas de la tradición afroamericana con las formas tradicionales de la lírica española. Cuando estoy en ese terreno intermedio.
Alguna vez ha dicho que entiende a Juan Perro como un personaje de cómic, como un juglar medieval, algo nómada... Es así. Los juglares eran compositores e intérpretes que ponían sus canciones en movimiento. También estaban los nobles ,en los castillos, que no salían para tocar en las tabernas (risas).
En estas composiciones hay una cierta narrativa, se cuentan pequeñas historias, que es algo que también se da en los blues de la tradición afroamericana... El contenido narrativo está en la tradición trovadoresca del amor cortés, como se ve en pequeños rasgos el paisaje de la costa gallega cuando la muchacha enamorada llora la ausencia del amigo en la isla de San Simón...
¿Y cómo se llevan todas estas referencias a la canción popular contemporánea? La verdad es que estas referencias que hoy parecen tan académicas estuvieron a la orden del día en los distintos reinos peninsulares y el Renacimiento también hizo de dominio público el verso popular. La gente, en las grandes ciudades, sino leída sí que estaba muy a la escucha y la poesía ha perdido el dominio público que tenía hasta hace bien poco tiempo.
¿Y qué ha pasado? La emigración rural y el éxodo hacia las ciudades y la irrupción de las grandes negocios de entretenimiento masivos... Trascienden burdas formas, menos interesantes... Es tarea de los nuevos cantores recuperar ese contacto entre lo popular y la tradición culta de forma motiva y espontánea, que no tienen por qué entrar en contradicción. Una cultura de la conciencia colectiva pública: quitar la corrupción y recuperar la tradición de la poesía.
¿Es responsabilidad de los trovadores del siglo XXI encontrar las historias que vuelvan a interesar? Naturalmente. La tradición está hecha de renovación constante. Mantiene los patrones más fuertes y más visibles que son capaces de integrar las nuevas influencias. Tienen que provenir de los críos, de los nuevos chavales. Pero la tradición se interrumpe por falta de electricidad en la calle; sólo la hay en los mandos a distancia...
¿Y cómo ve los tiempos para que regrese esa electricidad? El viento está alterado y las lluvias tropicales caen fuera de latitud. Son cosas no previstas de la tecnología y la urbanización. Hay que asumir los cambios. A lo mejor llega otro meteorito que vuelve a hacer desaparecer los dinosaurios.
Usted se ha implicado en proyectos de tutoría de nuevos creadores, creo que uno de ellos en A Coruña... En la actualidad parece que sólo trascienden las canciones negocio diseñadas en despachos con capacidad mercantil y con un minutaje al milímetro. Hay una desatención a la creación de los jóvenes, y es una pérdida cultural inmensa. Yo percibí en los talleres de A Coruña que hay una generación que hace canción en gallego con frescura y nuevas hechuras. Pero eso tiene que ser estimulado y activado. Porque las canciones son un termómetro social que llevan muchos implícitos y que hablan de las ganas de reinventarse de una sociedad y si no se rompe la transmisión...
¿Se produce la desmotivación? Sí. Porque las canciones no se van haciendo tuyas. No se quedan en el interior y hacen memoria de las situaciones compartidas. No representan algo para un colectivo, que puede ser muy pequeño: un grupo de amigos...
Algunas de las canciones de Radio Futura significaron mucho para mucha gente. ¿Pesa la carga? Como decía aquél: «No pesan los años, pesan los litros». (Risas) Hacer una canción que me parece medianamente buena me produce casi tanta emoción como en su día me pasaba al descubrir un tema de alguien, en otra lengua. Trato de perseverar en esa emoción. I can’t get no satisfaction! No puedo saciar esa emoción. Sólo puedo sostenerme en el aprendizaje; en esa escuela de calor, que es como le llamábamos en Radio Futura a esa pelea continua por el repertorio, por la sonoridad, por no dormirse en los laureles.
Entrevista realizada por Marta Veiga para el periódico El Progreso de Lugo