17 de mayo de 2013
España fue, además, por mucho tiempo, la frontera del mundo occidental conocido, y si los griegos ubicaron allí las columnas de Hércules, los romanos lo veían como el fin del Mare Nostrum, como llamaron al Mediterráneo. De modo que, como cualquier frontera, España fue también zona de contacto entre diferentes culturas, lo que dio lugar a intensos procesos de mezcla e hibridación.
Acompañado por el periodista y crítico musical, Octavio Hernández, Auserón se presentó en el Vestíbulo de El Cubo como el autor de una investigación erudita que rastrea los orígenes de la influencia de la estructura rítmica africana en la música popular de su país.
En tanto, este viernes en punto de las 7:00 p.m., Santiago Auserón, ex vocalista y compositor de la banda española Radio Futura se presentará en el mismo lugar en su encarnación de Juan Perro para ofrecer un concierto en compañía del guitarrista catalán Joan Vinayls, con quien forma un dúo expresivo y potente.
En su papel de investigador, Auserón ubica uno de los rastros de la presencia negra en el canto clásico musulmán. Hay que recordar que la presencia musulmana en la península ibérica se remonta al año 711 de nuestra era y se prolongaría hasta 1492, cuando cae el último califato en España a manos de los Reyes Católicos.
No deja de ser paradójico que el mismo año de la derrota definitiva de los moros en España haya sido también el año en que emergió a la luz el Nuevo Mundo, a donde llegó la música ya con la impronta de la estructura rítmica africana, toda vez que los árabes habían extendido su influencia cultural desde la antigua Persia (hoy Irán) hasta el sur de Europa y todo el norte de África, que define el vasto territorio del Magreb.
A España llegaron toda clase esclavos negros tanto magrebíes como subsaharianos, quienes llevaron consigo una estructura rítmica no sólo distinta a los que predominaban en los reinos cristianos de España, sino dotada de una gran flexibilidad que le permitió penetrar y adoptarse a otros ritmos musicales, en los que ha persistido en forma soterrada a lo largo de los siglos, refirió Auserón.
Si bien en términos numéricos, los negros no superaban el 10% de la población total de la España medieval, su presencia en la literatura castellana del Siglo de Oro es una constante, y si Quevedo se burla de ellos, Lope los deprecia y Góngora los celebra en sus versos.
Danzas de origen negro como la zarabanda o la chacona que primero se implantaron fuertemente en el gusto popular, pronto alcanzaron también las Cortes de los reinos cristianos, donde la aristocracia las bailaba con deleite. Tras el descubrimiento, los ritmos musicales con su impronta negra se esparcieron en el Nuevo Mundo a partir de ese gran cazo cultural en donde se mezclaron las más diversas formas e influencias que fue el Caribe, desde donde pasó luego a tierras continentales, sostuvo Auserón.
Con tales antecedentes, no es por azar que la música negra norteamericana haya “prendido” tanto en el gusto de la generación a la que pertenece Santiago Auserón, aun sin entender, en ese tiempo, su letra. Hay una suerte de predisposición inconsciente en el que percuten desde tiempos inmemoriales los antiguos ritmos africanos, concluyó el músico español, quien expone sus hallazgos en su libro “El ritmo perdido”.
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