09 de octubre de 2010
Juan Perro se trajo de Nueva Orleans también parte de los ritmos que desgranó ayer en su guitarra y su voz en todas sus versiones: melódica, sarmentosa, felina, susurrante, poderosa. Rasgos que ya conjugaba en Radio Futura, aunque en distintas proporciones.
Juan Perro, y Joan Vinyals como acompañante a la guitarra, interpretaron un concierto exquisito tras una constante cortina de agua. Lejos de apocarlo, el trovador vio en la»agüita de San Froilán» un elemento más para componer su magia. «Esta familiaridad con la lluvia y la instalación correcta puede dar mucho de sí. Es muy agradable tocar aquí», confesó después de abrir boca con A ver si cae un rayo, a modo de conjuro vacilón. Y el público, de treinta para arriba, contenido pero fiel, respondió.
Siguió con José Rasca, un perfil sonoro de Joe Strummer, cuya imagen fijó en el Madrid de los 80 «caminando, como un dibujo o un personaje tragicómico de una pieza de Valle Inclán. Podía ser como Max Estrella».
Tras el retrato castizo del líder de ‘The Clash,Pepe Rasca, enfila la noche con la nana Duerme zagal, una canción «española y cruel», como definió García Lorca a la canción de cuna de este país.
Seguía solazándose para entonces el dios de la lluvia, para mayor éxtasis poético del alter ego acústico de Santiago Auserón. «¿Hay una más alta noción de belleza que esta especie de inestabilidad en que los elementos nos mantienen en vilo?», subraya con una carcajada ligeramente diabólica. Se confía y saca para adelante en gallego Pouco talento, una de las canciones que ayudó a parir en un seminario en A Coruña. ¿Improvisa cuando dice: «Vou cantando unha canción, non entendo unha palabra»? Le responden risas y aplausos en el público, absolutamente cómplice.
Se cebó en Santa María el dios de la lluvia, pero Juan Perro y el público impusieron la música.
Crítica realizada por Mar M. Louzao para El Progreso