19 de abril de 2009
El dominio de los elementos está fuera de duda, y más con cómplices como los tres que le arroparon en el recital, entre ellos el batería cubano Moisés Porro, «el mago de Camagüey». Pero, además de virtuosismo y de la habitual recreación en atmósferas negras, ahora con generoso poso bluesístico, hubo canciones humeantes (Una bestia que ruge, medio tiempo perezoso a lo J. J. Cale), deslices afro-funky (Reina zulú, no lejana a unos Talking Heads) y diálogos entre la herencia anglosajona y la latina resueltos con frescor: Malasaña fue la más expeditiva, aunque La nave estelar caló con su diálogo coral a golpe de swing y con vestigios de rock’n’roll. Hacia el fin del recital ganó peso el temario más tropical y cayeron A un perro flaco, Charla del pescado y Fonda de Dolores, esta con cadencias calientes de son cubano. Esto habrá que grabarlo, ¿no?
Escrito por Jordi Bianciotto para El Periódico.