30 de noviembre de 2011
Sin artificios ni aderezos Juan Perro acompañado del maestro Joan Vinyals convirtieron el siempre encorsetado escenario que es un teatro en una reunión entre amigos en, tal vez, una taberna junto al Malecón de La Habana, bebiendo ron añejo y fumando algún habano con el recuerdo presente de los grandes: Compay Segundo, Fats Domino, Lorca, Tata Güines,... Esa tranquilidad es la que se transmitió desde el inicio del concierto y más tarde el mismo Auserón, vestido de Juan Perro, se encargó de corroborar.
El Auserón-Perro se convirtió en un verdadero trovador que cuenta historias a quien quiere escucharlas. Historias abrasivas y metafóricas que contienen realidades absolutas. Un cuenta-cuentos que, guitarra en mano, parecía haber recogido lo mejor del son cubano, de la pose de Tom Waits y del blues más tradicional. Ingredientes esenciales en este Juan Perro de los que ha ido alimentándose desde que allá por los '80 fuera la cabeza visible de Radio Futura. Músico de semblante serio y profundo que sobre el escenario demuestra que los años le han valido para acabar haciendo lo que realmente le hace sentir bien, que es disfrutar de la música que le gusta. Investigador insaciable del son cubano. Filósofo de la música... Era necesario que todas estas facetas acabaran convirtiéndose en una pequeña amalgama de coherencia artística con epicentro en la plaza Auserón.
Con la sobriedad del negro que caracteriza a Juan Perro (chaqueta y camisa oscuras... gorro a juego), se fueron desvistiendo algunos de los temas más clásicos de la trayectoria en solitario del zaragozano. Desde esa “Perla oscura” con el deje del mejor son cubano a “La charla del pescado” (con palmas el públio incluídas y con la voz más Tom Waitsesiana que pudo sacar Auserón) pasando por “Obstinado en mi error”, “El mirlo del pruno” o “A un perro flaco”. Temas más clásicos en los que Vinyals y Auserón viajan a los garitos más blues de la Louisiana más sureña y con los que se permiten incluso alguna licencia más o menos improvisada en los puentes musicales. Un tándem, el de estos dos músicos, que funciona por la complicidad que la propia música les deja. La virtuosidad emocional de Vinyals se encuentra con la visceralidad espontánea de Juan Perro y estalla eso que se suele denominar “magia sobre el escenario”. Más que magia, buena música.
La magia como tal, con la espectacularidad de lo sencillo, llegó cuando un “No más lágrimas” levantó a Juan Perro de su silla, le hizo dejar la guitarra a un lado y se marcó el tema sin micro, a capella, y junto al foso del escenario del Teatro Olympia. Un auditorio entre enmudecido y extasiado agradeció el gesto... o la canción... Sea como sea, a más de uno se le pusieron los pelos como escarpias con esta clase magistral de elegancia, tranquilidad, sencillez y musicalidad.
Y si con estos temas más conocidos pasa de puntillas por álbumes como “Raíces al viento”, “La huella sonora” o “Cantares de Vela”, sí que se hace una parada un tanto más prolongada en su último trabajo, “Río Negro”, a través de temas como el que da nombre al propio LP, “Pies en el barro”, “La nave estelar”, “Girasoles robados”, “El mirlo del pruno”, “Poco talento”, “Reina zulú” o “Malasaña”. Temas en los que se mezcla un blues luminoso con el sonido wah wah de la guitarra de Vinyals, cambiando así la tonalidad gris que siempre tiene el blues más enraizado en el sur y transformándola en, quizás, una imagen ocre.
Las sorpresas llegarían al final de la noche, acompañadas de un guiño nostálgico a Fats Domino a través del cover de “Blueberry Hill” (cantado en inglés) y a Cesar Portillo de la Luz con un emocionante “Contigo en la distancia”, quizás en una de las versiones más auténticas y desprovistas de artificiosidad que hayamos escuchado y con la que (debemos reconocerlo) nos dejamos llevar para olvidarnos de que estábamos cubriendo un show para Alquimia Sonora. Juan Perro despediría esta espectacular noche y echaría el cierre al Festival con el “Perla oscura” de su álbum “Raíces al viento”.
Crítica de Amalia Yusta para Alquimia Sonora.