29 de julio de 2012
Y pocos llegan a este punto arrastrando semejante voracidad de conocimiento y espectáculo. Con 58 tacos recién cumplidos, Auserón es una mina de chispa, agilidad y lucidez.
Se coló en el cartel de La Mar de Músicas a última hora, en sustitución de los franceses Zebda. Pero resultó la gran estrella de la noche del viernes, mérito para el que antes se había roto los cuernos Vinicio Capossela. La Zarabanda está dirigida por un guitarrista todoterreno, Joan Vinyals. Incluye trío de metales, refuerzo mestizo en la percusión, un batería de Camagüey, un tresero flamenco –“el primero de la historia”– … Y la danza embelesadora de Kata Kanona. Una máquina engrasada para la mixtura afroamericana. De eso trata esta gira. Auserón recapitula los veinte años de investigación de Juan Perro. África en la brújula. Fusión racial. Lo que el antropólogo cubano Fernando Ortiz acuñó como los efectos de la transculturación. En el caso de Santiago –que publicará un libro sobre esta materia en octubre–, sin perder de vista la conexión histórica con España, ya casi reducida al cante jondo. “Parece que no queda rastro de todos los que han pasado por aquí. ¿Acaso nos han lobotomizado?”, se preguntaba en Cartagena.
Fiesta y erudición. Ayudaba, y mucho, la estampa porteña junto a los vestigios romanos de la ciudad. “Este puerto es el más antiguo de Levante. Aquí han traficado durante 3.000 años. Si queda algo, lo compartimos”. Curioso: la anterior visita de Auserón al festival fue acompañando a Compay Segundo, a quien dedicó la primera mitad del concierto. ‘Reina Zulú’, ‘Pájaro de Siracusa’, ‘Obstinado en mi error’, ‘La charla del pescado’, ‘Río Negro’, parada en Nueva Orleans para saludar a Fats Domino y marchar con los santos. En su labor didáctica, Juan Perro compagina el ratón de biblioteca con el showman verbenero. Porque la Zarabanda contagia alegría. Y ofrece pistas. Por ejemplo, el papel perdido de la radio como vehículo transmisor de cultura popular. Un boogaloo que conduce al ‘Twist and shout’. Los mambos de Pérez Prado. La sentimentalidad de Duke Ellington.
Si observamos el antecedente de su disco en directo con la Original Jazz Orquestra del Taller de Músics, queda clara la parte predilecta de su repertorio. Imposible entender a Juan Perro sin el influjo habanero. Y sin el hallazgo luminario de El Guayabero. Huella muy marcada en temas como ‘El cigarrito’, la única que rescató del maravilloso “Cantares de vela”, que estos días cumple una década. La Zarabanda debe su nombre al baile de negros más famoso en España, antes de su entrada en los salones de la música cortesana europea. Tras la actuación de Juan Perro, solo nos apetece eso. Bailar, reír y brindar. Muy mezcladitos.
Crónica de Eduardo Tebar para EFEEME.