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15 de noviembre de 2012

La música española es radicalmente mestiza

En este camino de inquietud intelectual, vuelve ahora con el voluminoso El ritmo perdido. Sobre el influjo negro en la canción española (Península), que llega a la conclusión de que "el folklore peninsular ha estado marcado por la negritud desde el siglo XVI, sin minimizar el peso de las influencias musulmanas y judías. Este carácter interétnico explica la enorme y poderosa difusión de la música popular española en Europa y sobre todo América".

¿Cómo llega a plantearse una obra de estas características?

Me metí inicialmente haciendo una escritura reflexiva personal, remontándome a la infancia y la adolescencia buscando las vivencias que me comprometían con la música. Quería buscar desde un punto de vista generacional: ¿por qué la gente de mi generación recibió un impacto tan fuerte de la música de los negros norteamericanos, buena parte de ella filtrada también por los grupos británicos? ¿era simplemente el ansia de modernización en la dictadura? Quería encontrar en la biografía propia, lo común y lo colectivo.

¿Y qué ocurrió?

Los dos primeros capítulos de tipo biográfico me sirven para detectar una serie de problemas e interrogantes acerca de mis vivencias, las de mi generación y respecto a la tradición de las músicas populares en la península. Empiezan a emerger preguntas: ¿que papel tuvo la invasión musulmana? ¿qué tipo de relación en términos de música hubo entre judíos, cristianos y musulmanes? ¿qué papel desempeñó la trata negrera atlántica?. Cuando te metes en esos temas, que no se han tratado suficientemente, te encuentras también con que la información que existe es dispersa y escasa, y lo que no había hasta ahora es una perspectiva de conjunto, de temas musicológicos, filológicos, históricos. Y todos estos datos son fundamentales para comprender la problemática de las músicas populares peninsulares.

¿Cuál sería el objetivo final del libro?

Me gustaría llegar a una parte del público musiquero, el público cercano a Radio Futura o Juan Perro, a que se acerquen a este umbral de preguntas y que se avengan a investigar un poco conmigo. Y dándonos cuenta sobre todo de que aquí, en la península, estamos participando en los circuitos internacionales de intercambios rítmicos desde hace siglos.

Dice que es un hecho que hasta ahora no se había estudiado así. ¿Por qué?

Por razones históricas, ha sufrido a lo largo del tiempos diversos olvidos y encubrimientos. Estoy interesado en que los no jóvenes investigadores piensen en la posibilidad de colaborar en estudios interdisciplinares culturales que aquí son muy escasos; por ejemplo, la relación del verso con los ritmos.

¿Hay una concepción tradicional, política, de lo que podría ser llamada música genuinamente española?

La hay, por supuesto. Una consecuencia más del concepto de la hispanidad que se impone a partir de los Reyes Católicos, pero sobre todo a partir de la política beligerante del cardenal Cisneros, después de la conquista del reino de Granada: la política predominó, la Iglesia Católica se impuso, y se desarrolló un concepto unitario y monolítico de España regido por una fe católica beligerante. A todo ello se sumó el mecanismo de la codicia... la nobleza española no difundió nunca un interés por la cultura. Y todo ello produjo una decadencia y una corrupción internas de la sociedad española cuyas consecuencias aún padecemos. Vivimos en una frontera geopolítica en la que todas las cuestiones culturales son candentes.

¿Se puede hablar de música española?

Sí, y es una música radicalmente mestiza. Cuando se habla de música española se habla de hecho de una música interétnica; el componente de África negra es muy remarcable. En el ambiente del hampa en el Siglo del Oro confluían los estudiantes, soldadesca y negros, por ejemplo.

¿Cuándo deja de ser la palabra negro mal vista en la música española?

Para mi generación, en la última fase del franquismo, pero en términos históricos, es muy interesante ver en las letras españolas del Siglo de Oro la presencia negra, que acaba siendo protagonista destacada de muchas piezas de teatro, música, etcétera. Desde el siglo XVI en adelante lo negro avanza sin parar en la música española. Y todo ello ha dejado una huella en la cultura española.

Profesionalmente, ¿de qué le ha servido esta inmersión en el pasado?

Cuando hice el cambio de Radio Futura a Juan Perro anduve errando un poco a ciegas, dejándome llevar por una brújula intuitiva. Fui a buscar la negritud en castellano a Cuba para compararla con la negritud en inglés que había sido la música de mi infancia. Cuando me metí allí, descubrí las rítmicas típicamente hispanas peninsulares. Pero es complejo: hay ritmos hispánicos que están profundamente islamizados, y cuando están influencias son africanas, a veces también han sido previamente islamizadas.

¿En El ritmo perdido hay una reivindicación del rock?

En parte. Es un catalizador social porque es hijo del chispazo interétnico. Hubo intercambio cultural entre los hijos de la esclavitud americana y los hijos de las clases medias blancas. Y yo reivindico esa parte del rock porque de ahí surge su naturaleza más rica. El poder de las canciones de esa época, de los sesenta, se debe a que es el primer encuentro de negros y blancos y, además, con guitarras eléctricas.

¿Un chispazo de esta índole sería posible en la actualidad?

No, porque la actualidad no lo permite. La actualidad está gobernada desde el punto de vista mediático por la rentabilidad inmediata, que sólo atiende a la mercancía que ya llega retractilada, aunque no paren de cocinarse cosas nuevas. Pero la tendencia dominante del consumo hace tener una relación muy superficial con la música. Y al final siempre somos una minoría los que mantenemos la llamita encendida de la búsqueda de horizontes nuevos a través de las canciones populares.

Entrevista realizada por Esteban Linés para La Vanguardia