05 de marzo de 2010
El sábado va a ir a Pirineos Sur, pero en Formigal. Le toca romper el hielo rodeado de nieve.
El hielo lo rompo en Barcelona, aunque suene a paradoja. Tengo curiosidad por las sensaciones en ese escenario, estoy acostumbrado al pantano de Lanuza, pero seguro que va todo bien. La organización es experta, muy atenta a la música y al contenido. Así que seguro que esquiamos bien.
Se suele decir que el primer concierto de una gira o un nuevo proyecto es básicamente el ensayo general. ¿Se cumple el axioma con el regreso de Juan Perro?
No, no, el ensayo general fue el miércoles, dimos un repaso a todo y nos quedamos tranquilos. Claro que hay que rodarlo, pero partimos de una base sólida. Se montó mucho material para seleccionarlo con mimo, estudiar cuidadosamente el orden?, y encajar 15 temas nuevos, que se dice pronto, son muchos. Claro que combinamos con cosas mas conocidas de Juan Perro, pero es un reto mostrar este material y comprobar si cala.
¿Le da tiempo allá arriba a fijarse bien en la reacción del público?
Es fundamental. Ahora, por ejemplo, ando buscando dos extremos en la expresión: una especie de refinamiento poético y un aire festivo al mismo tiempo. En el concierto tiramos de la cuerda en las dos direcciones, y vamos eligiendo la intensidad. Me conforta mucho el silencio cargado de tensión positiva, pero de pronto se relaja la cosa a mitad de concierto y hay un acercamiento, una empatía de energías que ya es pura fiesta. El año pasado probamos varios temas de los nuevos, íbamos por este camino, y funcionó. Desde una nana o una oda a la marinería gallega, que requieren atención para lo que se toca, hasta risa y festejo.
Es obligado preguntarle a Juan Perro si le siguen pidiendo canciones en directo del grupo que encumbró al tal Santiago Auserón.
Ya no, en los conciertos de Juan Perro, no. Sí pasaba con el proyecto de Las Malas Lenguas junto a mi hermano Luis. Vaya, el de Radio Futura es un repertorio histórico, por suerte, y es normal. Lo que pasa es que si nos dejamos hacer y volvemos todo el rato atrás, no hay espacio para investigar un poco más. Queremos avanzar por otros caminos, me resulta mucho más atractivo arriesgar. No sé por dónde será la próxima vuelta de tuerca.
¿A qué suenan los nuevos ladridos?
Me siento comprometido con mi experiencia en el son tradicional cubano, pero lo mezclo con estilos más primitivos de la negritud americana. Es una mirada a Nueva Orleans, enclave cercano a la hispanidad. Busco un puente hasta las raíces del blues, el rock and roll, el jazz y las derivas del son cubano. Nuestra lengua natal y otras lenguas romances permiten un verso natural, orgánico, con fundamento en el contexto de la rítmica afrolatina. Mi enfoque no es tan teórico como la primera fase de Juan Perro, no especulo con patrones que no siempre eran naturales. Sin bloqueo, el rocknroll hubiera generado estilos mixtos nuevos en el bailable cubano; en Estados Unidos apareció el boogaloo, por ejemplo. El bloqueo interrumpió ese laboratorio; en Cuba inventan algo nuevo cada cinco años, con esos músicos tan brillantes.
¿Comparten esta impresión suya en Cuba?
Cuando empecé a hablar con músicos cubanos en los ochenta, hablaban de retomar el hilo y volver a conectar con la rítmica internacional. Juan Perro ha asumido esa tarea desde España, creo que la música popular española tiene que estar conectada allí. Hay una nueva generación de soneros cubanos que coquetean con el jazz y prestan atención a la tradición. Quiero recordar, porque no se dice lo suficiente, que en las calles de Cuba hay una explosión de hiphop. Es más flexible y profundo que el de aquí, salvando excepciones. Los cubanos aportan una flexibilidad tremenda en el verso.
En Zaragoza hay algunas muy honrosas. Excepciones, ¿se entiende?
Ya lo creo. Zaragoza es ciudad de hip hop, se ha creado escuela a fuerza de talento.
Entrevista realizada por Pablo Ferrer para El Heraldo.