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18 de noviembre de 2016

"Paso de la guitarrita a la reflexión"

“Pasado los 60 años, estar por primera vez en el Cono Sur es una experiencia un poco fuerte”, confiesa el cantautor maño, flamante doctor en filosofía, quien en 2017 editará su nuevo disco. “Viajé en un plan muy indie. Hace 10 años decidí apartarme de las multinacionales y de las agencias grandes, e intenté ser feliz siendo más libre”.

Pese a que goza de una gran popularidad en su país, en la Argentina no hay una imagen muy tangible de su obra. Se lo conoce por su trabajo con Radio Futura, a través de Juan Perro o por su producción literaria. ¿Lo sabía? 

Con el paso de los años, mi trabajo se convirtió en una especie de taller triangular en el cual paso de la guitarrita a la reflexión, y de los libros a la carretera. Esto es conflictivo porque en la vida no hay tiempo para hacerlo todo bien. Pero ése es mi destino. A lo largo de mi vida, la influencia de Argentina fue poderosa. Cuando empezamos con Radio Futura, el primer objetivo era que la sonoridad del habla fuera compatible con la rítmica internacional. Y en los últimos años del franquismo, en plena pre Movida, la presencia de Moris y Tequila fue notoria. Así que éramos conscientes de que antes del rock español, había uno argentino.

¿Cuál es el punto en común entre Radio Futura y Juan Perro?

Cuando salió el disco Veneno en la piel (1990), nos dimos cuenta de que podíamos articular un discurso rockero e hispano. Yo llevaba varios años yendo a Cuba, y ese influjo me enseñó que la compatibilidad entre el verso en español y la rítmica sincopada era posible. No cayó bien la disolución de Radio Futura, porque además sucedió en medio de un gran momento para la banda. Luego de que grabé en La Habana el primer álbum de Juan Perro, Raíces al viento (1995), la crítica me acusó de haber tenido la torpeza de traicionar al rock para entregarme a la salsa. Yo les trataba de explicar que no era así. Para mí era recobrar una conciencia de unos hechos históricos que la sociedad blanca occidental ha tendido a encubrir.

Usted publicó el compilado Semilla del son, con el que relanzó al género antillano, cinco años antes de que apareciera Buenavista Social Club ¿Le parece injusto que el mérito se lo llevaran Ry Cooder y Win Wenders?

La misma crítica que me dijo que estaba equivocado, luego les rindió pleitesía a ellos. Lo que me parece muy bien porque es un disco precioso. No quería reclamar protagonismo ni nada. Sólo me interesaba capturar parte de ese legado para incorporarlo a mi repertorio. Es cierto que un año antes de que viajara a Cuba, conocí en Madrid a Ry Cooder, al que le di una antología que produje de Compay Segundo, a quien no conocía. Fue mi pequeño y humilde aporte.

El año próximo se cumplirán 30 años de La canción de Juan Perro, el disco cumbre de Radio Futura. ¿Prepara algún festejo?

No hay nada planificado. Unos años atrás, creo que por el 25 aniversario, se reeditó el disco, acompañado por un show en vivo del 87 u 88. Creo que otro fenómeno sería redundante. Busquemos otro motivo para celebrar.

¿Qué extraña de la Movida Madrileña?

A mí me parecieron estimulantes la frescura y el descaro. Las nuevas generaciones querían acceder al escenario sin preparación. Lo que pasa es que luego hubo dos vías: creerse el estrellato, para matarse en la vida nocturna, o aprender el oficio e intentar crear un arte popular. La Movida padeció un éxito precipitado, y no llegó a madurar. Pocos aprovecharon ese impulso que proporcionó un momento histórico en el que la sociedad española estaba ansiosa de novedades sonoras. Cuando los medios masivos se hicieron cargo del negocio, se orientaron hacia la rentabilidad más inmediata. Eso provocó que la música popular cayera en la pereza de la radio fórmula y del talent show. Y esto es un drama terrible desde el punto de vida cultural.

Entrevista de Yumber Vera Rojas para el periódico Página 12.