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25 de octubre de 2013

Un trovador con mucho talento

Lo que podría parecer un formato modesto, adaptándose a estos tiempos de economía de guerra que afectan incluso a artistas de su talla, acaba por convertirse en un feliz hallazgo, revelando nuevas facetas tanto del cancionero perruno puesto al desnudo como de un Auserón que se explaya a sus anchas con su reconocida labia y haciendo gala de una vena humorística que , por momentos, nos hizo recordar al gran Pepe Rubianes.

Pero, sobre todo, su esplendido concierto en el Teatro Principal (único punto negro: sólo medio aforo, y encima jugando en casa) sirvió para reivindicar la inmensa categoría de Santiago Auserón como inquieto buscador de conexiones y puntos de encuentro entre Nueva Orleans y La Habana, entre el Rhythm and blues y el son cubano, el jazz y el rock´n´roll, el lenguaje de la calle y la reflexión profunda, el romance antiguo y la música popular contemporánea; no es moco de pavo el asunto.

Arropado por las elegantes maneras del guitarrista Joan Vinyals, Juan Perro evocó con gracejo correrías de Joe Strummer (José Rasca) y Compay Segundo (El carro), recuerdos infantiles en el barrio del Gancho (Poco Talento), imposibles encuentros con Louis Armstrong (Pies en el barro), presentó un par de temas nuevos de notable enjundia (Ámbar, Luz de mis huesos), cantó a pelo esa preciosidad titulada No más lágrimas, exhibió su veta más jocosa en La Nave estelar, se puso funky con La charla del pescado, se adentró en los pantanos de Louisiana conectados con África en busca de la Reina Zulú (muy buenos sus comentarios lingüísticos al respecto) y nos puso más que tiernos con su emotivo bolerazo, Hoy como ayer, de tributo a Benny Moré.

En suma, un formidable Juan Perro, con la única sombra -vista la discreta respuesta del público- del celebre estigma aragonés de Luis Buñuel: “Lo último, flojico…”

Crítica de Gonzalo de la Figuera para El Heraldo de Aragón